sábado, 15 de febrero de 2020

Alejandro Pelayo en el MVA

Tocaba Alejandro Pelayo en el MVA de Málaga y yo estaba loco por acudir a la cita. Era jueves y tuve ciertas dificultades. Ya había visto a Alejandro en tres ocasiones anteriores y las tres como componente de Marlango pero nunca en solitario. En esta ocasión, aunque acudía a presentar su último trabajo en solitario (La memoria de la nieve), compareció acompañado de una excelente violonchelista. Un dúo de instrumentos que a mi juicio combinan a la perfección.

Si aman un Steinway & Sons bien tocado, con pausa y sentimiento, con la lejanía como fondo de cuadro y la cercanía del aroma de un café, seguro que les habría gustado. A mí me fascinó.

Alejandro vuelca su personalidad en su forma de tocar. Un buen pianista derrama verdaderamente sobre las teclas del piano su forma de sentir, y eso aparece cuando ha aprendido a quitarse todo el abrigo de los músicos que ama y ha amado y los ha dejado colgados en el perchero de la habitación al entrar.  La música que ha amado, con la que ha aprendido, con la que ha ido creciendo como pianista lo habrán acompañado todo el camino hasta ese momento, sí, se ha incluso filtrado a través de su piel, y es cierto que queda algo de ellos dentro, pero sobre todo, la esencia, lo que sobresale, es la propia esencia de cada pianista. Se nota.

Una breve introducción a cada tema, explicando bajo qué circunstancias se crearon, agrandaban el efecto de la música en nosotros. Lo amplificaba. El músico explica sus miedos, sus querencias, sus ambientes y si lo explica bien, es muy posible que tengamos toda la estampa completa. Un lujo  poder asistir a conciertos como el suyo.

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