martes, 9 de noviembre de 2021

Sofía y yo

Durante una semana, Miguel y su madre se fueron de viaje a Oliva, en la Comunidad Valenciana, en un proyecto de inmersión lingüística realizado por el departamento de inglés del instituto. Pusieron rumbo a Oliva en un autobús lleno de niños y niñas de 13 años. Una locura. Esa excursión de una semana significaba una experiencia nueva para Miguel, y también para Pepi, que fue con él en su condición de profesora, pero a la vez, sin tanto ajetreo suponía que Sofía y yo nos quedábamos solos en casa. 

La verdad es que nos vino bien. Los dos conseguimos disfrutar de la soledad que encontramos a ratos en los días, pero también de pasar tiempo juntos. Yo había quedado liberado de llevar y traer a Miguel a sus entrenamientos de fútbol, así como al partido del fin de semana. Sofía y yo planeamos muchas cosas que después no pudimos llevar todas a cabo, pero también hicimos algunas que no habíamos planeado, como por ejemplo escaparnos juntos a comer a un indio. A Sofía le gusta, a mí me gusta y nos apetecía, pues venga, sin mucho pensarlo, nos fuimos. Pocos problemas tuvimos. Sofía es fácil de llevar si eres consciente de que hace las cosas a su ritmo, más tarde que temprano, pero lo hace. Peor que mejor a veces, pero lo hace.

También fuimos a pasear por la senda del litoral con unos amigos holandeses que estaban por aquí. Como Pepi no estaba, quedé yo a solas con ellos una vez y otra vez vino Sofía a la que sonsaqué con pasar por Pan & Chocolate, donde está su bebida favorita. También fuimos con ellos al sendero del litoral y como el día estaba limpio y nítido pudieron ver el atardecer con el perfil de la costa africana.

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