sábado, 4 de octubre de 2014

El amante - Marguerite Duras

Fui al rastro en busca de algún libro para echarme a los ojos. A veces me traigo seis, a veces dos y a veces vuelvo de vacío, una mera cuestión de suerte, pero en esta ocasión me traje un libro verdaderamente inesperado para mí, porque al comprarlo rompí una de mis caprichosas normas: nunca comprar un libro que ya tengo o que ya he leído. Éste lo había leído pero no lo tenía. Lo había leído hacía muchos años, lo saqué de la biblioteca y lo leí absorventemente en una tarde. Me eché la obligación de leerlo rápido porque esa misma noche iba a ir al cine para ver una película basada en esa novela y no quería leer la novela después de ver la película, si no al contrario. Recuerdo claramente que fue así.
 
Acababa de estrenarse en los cines la película El amante, de Jean-Jacques Annaud , el film venía precedido por una enorme polémica debido su alto contenido erótico, y yo, evidentemente, estaba deseando verla, pero me había informado -supongo que en la revista Fotogramas, que leía habitualmente por aquella época- que estaba basada en una novela de Marguerite Duras, que a su vez estaba basada en una historia real, la suya, la de la escritora. Fui a la biblioteca que estaba a 50 pasos de casa y allí estaba la novela, esperando que yo me introdujera en sus páginas. En una época entonces, en la que en Fuengirola sólo había una sala de cine y existía sólo la posibilidad de ver una película cada semana, a veces, con suerte, dos, una para el fin de semana y otra para entresemana. También había ocasiones que debido al éxito de taquilla de una película no se cambiaba en varias semanas, entonces yo ardía de coraje y desesperación.

Más de dos décadas después, en el rastro, tropecé con el libro. Estaba en el suelo, sobre una sábana astrosa. La misma edición de Tusquets, la misma fotografía en la portada, el mismo tacto, y para completar los recuerdos, también era de una biblioteca. Lo abrí. El sello de la biblioteca multiplicaba la prohibición. Había sido robado, o no devuelto, o perdido, ¿quién sabe? Ya lo he leído -sopesé-, pero la tentación me superaba. Todo exactamente igual. Si no hubiese sido todo tan casual probablemente hubiese seguido adelante, pero se daban tantas coincidencias que pagué con gusto el euro que me pidieron por él.

Regresé a casa radiante con un pasaporte al pasado entre las manos. Seguro de que al releer las páginas retornarían a mí, quizá, recuerdos de aquella tarde, de aquella época, pero conforme avanzaba en la  relectura comprendía que el pasado es engañoso e incierto. La historia que yo recordaba es tal y como las imágenes de la película se consolidaron en mi cabeza, en mis recuerdos. La descripción de la joven no encajaba plenamente con la que yo atesoraba en mi memoria, la imagen de la sensual Jane March, la protagonista de la película. 

Así el libro fue ganando en fondo pero perdiendo en imágenes nítidas. Mis recuerdos no fueron corroborados por la relectura, las escenas que he mantenido latente en el fondo de mi memoria eran mucho más picantes y atrevidas que lo que el libro narraba, sin embargo la pasión encerrada en la historia, la historia de amor prohibida y, sobre todo, el final del libro, han sobrepasado con creces el lejano recuerdo que yo conservaba. El último párrafo es de una sensillez e intensidad  sobrecogedora.

Fue una buena idea visitar el Mekong y aquella sala donde la luz azulada que entraba filtrada por las persianas.

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