Iniciamos nuestro verdadero primer día de turistas por Rotterdam bien temprano y lo primero que hicimos fue salir a desayunar. Fuimos a un establecimiento junto al hotel, donde nos tomamos nuestros primeros desayunos típicos holandeses del viaje.

Una vez bien cargado el depósito, paseamos por la avenida principal
Weena entre modernos edificios de bancos y hoteles hasta llegar a la gigantesca plaza
Hofplein, en cuyo centro hay una grandiosa fuente. Giramos a la derecha buscando el
Stadhuis (Ayuntamiento), que es uno de los pocos edificios que sobrevivieron a los intensos bombardeos que sufrió
Rotterdam en la segunda guerra mundial. Nos hicimos unas fotos en la plaza del ayuntamiento junto al monumento que rinde homenaje a los fallecidos en la guerra y seguimos hasta llegar al pasaje
Koopgoot, todo lleno de tiendas, donde Pepi se compró unos tenis para machacar en el viaje. Personalmente disfruté del atractivo diseño del
World Trade Center.
Al final de la calle admiramos los contrastes entre la vieja
San Laurents Kerk y el futurista edificio de la biblioteca, al que encontramos evidentes parecidos con el parisino edificio del Centro
George Pompidou, justo en frente está la modernísima estación
Blaak, en forma de platillo volante, junto a las famosas e increíbles casas cúbicas, de cuyos interiores caprichosos y originales tomamos nota en una visita.

Rodeamos las casas cúbicas junto al canal hasta llegar a la
Witte Huis (Casa Blanca), de estilo
Art Nouveau, que fue el edificio más alto de Europa cuando se construyó en 1898, y que milagrosamente también sobrevivió a los bombardeos.
Siguiendo el gran canal abajo, hasta llegar al estilizado
y nuevo símbolo de la ciudad, el Erasmusbrug (puente de Erasmus) desde donde cogimos un barco que nos llevó a visitar el inmenso
Europoort (puerto de Rotterdam), que es aún hoy día el más grande de Europa.
Después de un fresquito circuito en barco, de camino de vuelta al hotel, paramos a almorzar en un animado restaurante marroquí
(Bazar), donde por primera vez me tomé una cerveza
Heineken especial que servían a 0ºC. Con ese almuerzo nos despedimos de
Rotterdam y cogimos un tren que nos llevaba a
Amsterdam.

Lo primero que hicimos
al llegar fue montarnos en un tranvía que nos llevó el museo
Van Gogh. Después de tan postimpresionista visita paseamos por la
Museumplein, admirando los monumentales edificios que rodean la plaza. Cogimos un tranvía de vuelta pero esta vez paramos en la
Dam Square, en cuyos alrededores cenamos en un restaurante argentino.
Después de la suculenta cena, dando un largo rodeo de vuelta a nuestro céntrico hotel, visitamos el picante barrio rojo, bullicioso a cualquier hora y siempre envuelto en olor a marihuana. Tomamos un helado paseando por el Damrak, y así terminó nuestro primer día juntos en la ciudad más liberal que jamás conocimos. Llevándonos una idea muy general de la
Amsterdam que nos quedaba por descubrir.