miércoles, 28 de agosto de 2024

El dolor de los demás - Miguel Ángel Hernández

Este es un libro que no esperaba leer. Me lo regalaron y no lo conocía. Ni me sonaba el autor y mucho menos el título del libro. La portada tampoco es que fuese un anzuelo maravilloso, aunque hay que reconocer que hacía preguntas. ¿Quienes son los de la foto? ¿Por qué hay alguien al fondo de la foto y está tapado? En la sinopsis del libro cuenta que el mejor amigo del autor, asesinó a su hermana y se quitó la vida.  Un drama y bien gordo. Un pueblo de Murcia, un tragedia para una familia, un acontecimiento para el pueblo y el fin de la adolescencia para un niño. 

Todo está contado como una narración de un hecho que ya ha ocurrido. No está presente en este libro, la vertiginosa velocidad de la intriga, no al menos como forma peliculera de atrapar al asesino, pero sí de cómo averiguar lo que no se supo, buscando tal vez un ajuste de cuentas con el pasado del niño, pero también con el presente del autor. 

Es un libro que no esperaba, que no conocía y sin embargo me temo que se va a quedar por mucho tiempo en mí. Es una recomendación que agradezco. Los libros a veces llegan en el momento menos esperado pero no por ello no es el momento exacto.


Pd: Fue regalo de Miguel Simón.

domingo, 25 de agosto de 2024

Olvera, lugar deseado

Ya lo he contado otras veces en este blog -diría que casi cada verano-. Llegadas las vacaciones solemos juntarnos con un grupo de amigos a hacer una escapada de un par de noches. Tres días, dos nocehs. Elegimos un lugar tranquilo, alejado de la playa para evitar la subida de precios asociada al verano y es de obligado cumplimiento que tenga piscina. Y si puede ser que en el hotel o en sus alrededores cercanos se coma bien. Si cumple todos estos requisitos tiene muchos puntos a favor.

Solemos juntarnos tres parejas con nuestros niños, en total 11 personas. El primer día, temprano, quedamos en un punto intermedio desde nuestras casas al destino y así nos juntamos para desayunar.

Lo que viene por delante es simple y llanamente una esperanzadora perspectiva de descanso, la buena compañía y el mejor comer. Desconectar a lo grande. Porque vamos a eso, a descansar, a dormir a pierna suelta, comer bien y pasarlo mejor. Hay tiempo para casi todo. Para dormir la siesta, para leer, para charlar en la sobremesa, e incluso para pasear al caer la tarde. Lo importante es disfrutar de la compañía de amigos y relajarse.

El tiempo aprovechado es como coger aire, como haber detenido el estrés y la vida cargada de ansiedades para despejar la mente y relajarse reposando por completo. No diré que lo consigo cien por cien, pero sí que estos días me sirven para separar el trabajo con el descanso. Es tanto el desahogo que me cambia hasta el humor. Fuimos por tercer verano a Olvera y el brebaje en conjunto tuvo el efecto esperado.


Sagri, Pepi y Juani. Ni tan mal.

miércoles, 21 de agosto de 2024

Braga - Oporto - Zafra

En agosto viajar a Portugal incluye pasar calor. Es algo que podíamos imaginar, pero como la idea era ir al norte de Portugal, a Oporto y alrededores, pues pensábamos que el calor nos daría un poco de respiro. Pero no fue así, además de una ola de calor en la semana previa a nuestro viaje también hubo incendios por la zona que hicieron que se alcanzaran unas temperaturas más elevadas de la cuenta. A ratos parecía que alguien se había dejado la puerta del horno abierta de par en par.

Según las agencias metereológicas se suponía que ese preciso día íbamos a tener las temperaturas más altas de la semana. Y no seré yo quien lo ponga en duda, porque calor hizo. 

Dentro de lo posible, había que intentar esquivar estar paseando a las horas de más calor por lo que decidimos levantarnos temprano  para comenzar pronto y pillar las primeras horas frescas del día. Teníamos previsto visitar Braga, y así lo hicimos.

Salimos del hotel, cogimos el coche y nos fuimos en dirección a Braga, pero la primera visita prevista era la Basílica de Bom Jesus do Monte, o más específicamente,  ver las Escadórios do Bom Jesus, que es impresionante, pero también tremendamente cansado. De camino, antes, paramos a desayunar en una panadería cerca de Braga, llamada Padaria de Dume. Desayunamos muy bien.

Aparcamos a los pies del buen Jesús y comenzamos nuestra ascensión a pie, escalinata tras escalinata. En cada final de tramo, una capilla. No sé cuántas capillas vimos pero sí que subimos escalinatas hasta acabar reventados. Cuando llegamos a la base de la escalinata final, y ya se veía desde abajo la famosa vista de la Basílica, paramos a descansar y a hacernos fotos. Las vistas y la perspectiva eran maravillosas, pero sólo pensar que tendríamos que subir para luego bajar todo ese escalinata de nuevo se nos vino abajo la ilusión. Consultamos por Internet lo que nos esperaba arriba y decidimos que podíamos prescindir de subir las escaleras. Seguro que nos equivocábamos pero ya llevábamos mucho meneo en el viaje.

Bajamos todo lo subido y cogimos el coche camino del centro de Braga que teníamos reservada un free tour en el que también nos iba a tocar dar un buen paseo andando. Aparcamos en Campo das Hortas, muy cerca de donde comenzaba la visita con guía. En el centro de la plaza una imponente fuente del siglo XVII, rodeada de un jardín de forma casi triangular. Me llamó la atención la exuberancia de las flores que bordeaban la plaza. No recordaba haber visto nunca flores así.  Nos adentramos en grupo por el Arco da Porta Nova, un arco de entrada de estilo barroco que es históricamente una puerta de entrada al centro de la ciudad.

La primera parada, fue visitar el Ayuntamiento de Braga (Paços do Concelho), un edificio barroco de estilo portugués, delante del ayuntamiento  está la Praça do Municipio y en su centro presidiendo una conocida como Fonte do Pelicano. continuamos por la rua Eça de Queirós hacia el Jardim de Santa Bárbara, junto al Antigo Paço Arquiepiscopal. No quisiera pasar por alto la belleza de este jardín. Es posible que sea uno de los jardines más bonitos y mejores cuidados que nunca visité. Ostenta una variedad de flores de una exuberancia y una belleza inusual. Vi flores que no había visto nunca. Además se encuentra en el corazón de Braga, con un castillo amurallado y en el centro una fuente del siglo XVII con una estatua de Santa Bárbara que da nombre a la plaza. Un lugar de obligada visita si se viene a Braga.

Junto al jardín hay una fuente con un dragón, una llamativa escultura moderna de hierro. Continuamos  hacia el Museu do Cavaquinho, que es un instrumento portugués de cuatro cuerdas, pariente primerizo de la guitarra y cercano del ukelele. Allí vimos trajes típicos del folklore local. Al final de la calle hay una cafetería, A Brasileira, fundada en 1907, que fue una de las primeras en ofrecer café, proveniente de Brasil, en la ciudad. Un lugar icónico de la ciudad.

Vistamos la Basílica dos Congregados, de estilo barroco, adosada a edificios con azulejos típicos de Portugal. Una estampa típicamente portuguesa. Cerca está la Igreja de Santa Cruz en cuya plaza está el letrero con el nombre de Braga, junto con el que nos hicimos una foto. Pepi esa foto no la deja pasar.

A un lado de la plaza está también la Igreja de Sao Marcos, y junto a ella un hotel que ocupa parte de la edificación. Algo curioso. En la parte trasera de la Igreja de Sao Marcos hay un Palacio barroco del s XVII, el Palácio do Raio, antigua residencia de un mercader adinerado. La fachada tiene una cubierta ornamental con balaustrada y los dinteles de los ventanales están adornadas casi al estilo rococó y todo queda perfectamente integrado en el estilo portugués con la fachada de azulejos. Una fachada muy elegante y preciosista.

Cruzamos a la Avenida da Liberdade llena de tiendas comerciales de vuelta a la Praça da República donde visitamos la Igreja da Lapa, una de las iglesias más queridas por la gente de la ciudad -según nos contó el guía-. Está algo complicada de encontrar a pesar de estar en primera línea de una plaza, pero como la fachada tiene una arcada que la recorre y puede pasar desapercibida.

La mañana había sido calurosa y cansada, así que llegó el momento de sentarnos a descansar y a comer algo. Fuimos en dirección al coche y junto a la Porta Nova, vimos un restaurante, que era el restaurante de un hotel, Porta Nova Collection House, donde tenían un buen aire acondicionado. Comimos estupendamente. De entrada una tabla de quesos, y yo me pedí una especie de bacalao encebollado que estaba riquísimo. Si vuelvo a la ciudad y puedo, sin duda regreso al mismo restaurante.

Al salir del restaurante el calor era verdaderamente sofocante. Así que fuimos al coche, encendimos el aire acondicionado y regresamos a nuestro hotel de Oporto. Algunos aprovecharon el trayecto para darse una buena siesta. Aparcamos en el hotel, subimos a la habitación para hacer un rápida pausa de hidratación y fuimos a coger el metro.

Nuestro objetivo portuense era vivir la experiencia de pasar en metro sobre el Ponte Luis I en dirección al Jardim do Morro,  en Vila Nova de Gaia, desde donde dicen que están las mejores vistas de la ciudad. Buenas son, no hay dudas. Pasamos un buen rato disfrutando de las vistas y decidimos volver a cruzar el duero por el nivel más alto, es decir por donde pasa el metro, pero esta vez caminando. Llegamos hasta Sao Bento, y bajamos por la rua das Flores una de las calles más bellas y emblemáticas de la ciudad, donde antiguamente estaban los artesanos de la ciudad. En la rua das Flores se encuentra la Igreja da Misericórdia, del siglo XVI. 

Se acercaba el atardecer lentamente, fuimos dejándonos llevar por las inclinaciones de las cuestas, por la atracción de las fachadas y por una especie de embrujo a olores que flotaban en el ambiente. En la Praça de Lisboa, cerca de la Igreja dos Clérigos sabíamos que había un buen número de restaurantes, así que nos fuimos dejando llevar hasta allí. Finalmente cenamos en Casa Guedes Progresso donde Miguel vio que servían unas croquetas de gran tamaño que le entraron por el ojo. No cenamos nada mal. 

Al salir del restaurante encaminamos hacia la Avenida dos Aliados, pero nos detuvimos a tomar un helado que refrescara el paseo antes de coger el metro que nos llevara de vuelta al hotel. Un día largo sin duda. Al día siguiente teníamos previsto comenzar nuestra vuelta a casa. Pero íbamos a hacer noche en Évora, que teníamos ganas de conocer, pero había alerta naranja por altas temperaturas. Además estaban los incendios que seguían creciendo. No nos parecía muy buena idea. Así que decidimos anular la habitación que teníamos reservada y hacer el camino de vuelta a casa. Sí que era una buena paliza. Pero iríamos parando a tomar café, hacer necesidades y a comer en algún momento. Así lo hicimos. 

Desayunamos bastante bien en el hotel, nos montamos en el coche y a meterse en la autopista. Pusimos rumbo hacia el sur. Pero decidimos parar a comer en Zafra. La copiloto se encargó de elegir restaurante mientras yo conducía y acertó. Comimos estupendamente en el Restaurante Hotel Plaza Grande. Dimos un pequeño paseo por el centro, para llevarnos una ligera idea del pueblo y continuamos pero en esta ocasión con la dirección marcada en el navegador. Dirección hogar.

Aún paramos a tomar un café en un área de servicio antes de llegar a Sevilla, en Las Pajanosas. Estuvo muy bien, y casualmente pudimos ver el la segunda parte del primer partido de liga del Málaga frente al Racing Club de Ferrol. Empatamos a dos. Fueron en total unas nueve horas y media de carretera. Poco más de 900 km sólo en ese día, pero llegamos a casa con nuevas experiencias vividas, que al fin y al cabo es de lo que cuenta esto de vivir.

martes, 20 de agosto de 2024

Oporto

Decidimos dejar un día entero para visitar Oporto, sin salir, ni coger coches ni salir a carretera. Nada, todo dentro la ciudad. La idea era patear la ciudad y disfrutar de sus calles, de su gastronomía, de su idiosincrasia. Así que lo primero que hicimos fue madrugar, para aprovechar las primeras horas del día que son más frescas. Desayunamos en el buffet del hotel, que teníamos incluido en el precio de la habitación, y sacamos los tickets del metro y tiramos sin entretenernos para el centro, pues la primera parada era ir una de las atracciones turísticas más visitadas de la ciudad: la Livraría Lello. Así lo hicimos. No sirvió de mucho salvo que estábamos pronto en el centro. No se podía entrar a la librería sin haber comprado por Internet el ticket con antelación. No se vendía en la tienda. Y cada persona tenía que sacar su billete individualmente y a una hora precisa. En la misma puerta saqué los tickets para los cuatro con el móvil. Ocho euros por persona cuesta acceder a la librería. No es cosa baladí, aunque luego si te compras un libro, te descuentan el precio de la entrada en el libro. Según mi mujer, esto es un claro ejemplo de lo que ella suele llamar una auténtica mina de oro. 

Como la cita la cogimos por la tarde, pues tampoco era un gran problema salvo que tuvimos que invertir el orden de las visitas. Nos dirigimos hacia la siguiente parada prevista, la Igreja do Carmo, que es una iglesia barroca con azulejos en un lado y de camino visitamos la Praça de gomes Teixeira, donde está el rectorado de la Universidade do Porto y una fuente del siglo XIX de estilo romano, llamada la Fonte dos Leoes.

La Igreja do Carmo estaba cerrada, pero junto a ella, a escasos metros está la Igreja dos Carmelitas, que aunque es sólo una nave, con capillas laterales ostenta un interior de barroco juanino que realmente yo no sabría diferenciarlo del rococó.  Rodeamos el majestuoso edificio del rectorado y os dirigimos hacia la Igreja dos Clérigos con su campanario histórico del barroco, desde donde, según se afirma, se tienen las mejores vistas panorámicas de la ciudad. No sabría yo decir si es cierto o no, pero buenas tienen que ser porque altura tiene. Delante de la Torre dos Clérigos se encuentran varios edificios adosados, cada uno con la fachada de un color distinto, que es una de las estampas típicas de la ciudad de Oporto. La Rua da Assunçao junto a la Iglesia, tiene una cuesta con bastante inclinación y el tranvía ascendiendo lentamente es una de las vistas más costumbristas que puede uno recordar de Oporto.

Continuamos nuestro descenso hasta la Praça da Liberdade, y subimos junto a la Igreja de Santo António dos Congregados para asomarnos a un McDonald's, sí, y han leído bien. No es que tuviéramos apetito ni nada de eso, es que para muchos éste es el local de la famosa cadena de comida rápida más bello del mundo. Se llamaba McDonald's Imperial porque antiguamente el edificio de los años 30 que ocupa era el famoso Café Imperial. La verdad es que sí que es bonito.

Continuamos por la Avenida dos Aliados hasta un enorme letrero de color azul que da nombre a la ciudad. Es una moda ahora en casi todas las ciudades colocar en un sitio turístico un letrero con el nombre de la ciudad. Creo que la primera vez que lo vimos, fue en Amsterdam hace ya muchos años. Para hacernos la foto junto a las letras de Oporto tuvimos que guardar una cola. Allí, en la Praça General Humberto Delgado, delante de la Cámara Municipal de Porto, con su torre del reloj, comenzaba la visita guiada por Oporto. Como llegamos antes de tiempo, paramos a tomar un café en el Café Aliança, a escasos pasos del lugar donde diera inicio minutos después el Free Tour.

La visita comenzó, como suele ocurrir, con una introducción histórica, y seguidamente el guía nos llevó a pasar por delante de la Librería Lello, donde explicó un poco de por qué tanta fama y nos llevó por una animada calle famosa por su vida nocturna, Rua da Galeria de París, que, todo hay que decirlo, a esa hora de la mañana estaba durmiendo la mona.

La siguiente parada fue el Palacio de Justicia con sus influencias arquitectónicas soviéticas con columnas cuadradas y con su particular estatua de la justicia, en la que la justicia está representada sin venda en los ojos, con una espada en una mano y en la otra una balanza sujetándola sin ánimo a usarla. Así que ojo. No muy lejos de allí el guía nos llevó al Miradouro da Vitória, que ostenta vistas a la ciudad y al río Duero y al Ponte Luis I, desde lo alto de la ciudad. Tras dejarnos un tiempo para hacernos las correspondientes fotografías continuamos nuestro descubrimiento de la ciudad hacia la estación de tren Sao Bento,  del siglo XIX con azulejos en su interior. Una verdadera atracción turística. Estaba de bote en bote, pero mereció la pena.

Uno de los monumentos más visitados de Oporto es la Catedral de Oporto, una catedral monumental del siglo XII, primero de estilo románico del que conserva la fachada con las torres y el rosetón, además de las tres naves del cuerpo. La capilla interior y los claustros, que se construyeron siglos más tarde y que no entramos a visitar, son góticos y una fachada lateral y algunas cúpulas son de estilo barroco. La picota más grande de Oporto se encuentra justo delante de la catedral, y los ganchos donde se colgaron a criminales todavía están allí, para recordar al pueblo que había castigos. La función disuasoria la cumplía perfectamente. Las ejecuciones públicas o los escarnios a latigazos no es algo sólo portugués, ni mucho menos. Inglaterra, Francia, Italia, Alemania o España también tenían sus propios maneras advertir que se condenaban las penas. Definitivamente eran otros tiempos, donde la muerte era algo más cotidiano. Aquí acabó el free tour. Nos despedimos, entregamos al guía nuestra voluntad que estiramos todo lo que nuestra economía nos permite y bajamos unos metros para tener otra perspectiva de la ciudad, esta vez desde el Miradouro da Rua das Aldas.

Decidimos buscar un sitio donde sentarnos, comer algo y realizar una parada en el baño. El día antes vimos un restaurante, en la Rua dos Clérigos, que se llamaba O Forno dos Clérigos, que parecía un restaurante bastante turístico, que es algo de lo que la mayoría de las veces solemos huir, pero necesitábamos algo que sirvieran con rapidez ya que seguidamente teníamos la visita a la librería Lello. Y como pillaba de camino, pues ahí nos detuvimos. Pepi y yo compartimos una fransesinha y como no tenía que conducir ese día me tomé una buena Super Bock. Como postre cruzamos la calle y frente por frente estaba Manteigaria, una Fábrica de Pastéis de Nata y pedimos uno para cada uno.  Aparte me pedí una copa de vinho do Porto. ¡Había que probarlo!

La Livraria Lello estaba abarrotada como era de esperar, pero al menos no tuvimos que esperar mucho pues teníamos las entradas con nuestro horario seleccionado. La verdad es que es preciosa y que merece la pena visitarla. Es ya más un museo o una atracción que una librería. La escalera que une las dos plantas es una fantasía. Una obra mayúscula de carpintería y marquetería. Merece la pena visitarla, pero estaba abarrotada. Yo en estas condiciones no creo que vuelva. Había más gente de la aconsejable y casi no podías pasear por ella, y el aire acondicionado no daba a basto y lo cierto es que hacía bastante calor. Pepi incluso llegó a agobiarse a ratos así que salimos, aunque por aprovechar el dinero de la entrada compramos un par de libros.

Decidimos que era un buen momento para bajar a la ribera y coger uno de esos barcos que da una vuelta por el Río Duero, y que te pasea por debajo de los puentes desde donde obtener un punto de vista distinto de la ciudad. Así lo hicimos, pero antes nos acercamos a un supermercado donde comprar algo de agua pues estábamos sedientos. 

De entre los distintos barcos que te ofrecen viajes por el Duero elegimos uno que tenía un descuento que nos había dado el guía del free tour, hicimos un poco de cola hasta que finalmente embarcamos. Pudimos tener una perspectiva distinta de los distintos puentes: el Ponte Luis I, luego Ponte Infante Dom Henrique, Ponte María Pia, Ponte de Sao Joao y finalmente el Ponte do Freixo, que fue por donde nosotros entramos a la ciudad portuense en el día anterior. Las vistas de la vuelta fueron estupendas.

El paseo relajante del barco, con el frescor del río nos sirvió de reconstituyente. Desembarcamos en el mismo sitio que nos montamos y continuamos paseando relajadamente la ribera hasta el Ponte Luis I y cruzamos el duero por la parte peatonal inferior del puente, junto a la carretera. La idea era poder ver el atardecer desde el otro lado del río. Las vistas del atardecer desde el sur del Duero son simplemente extraordinarias. Oporto bien podría llamarse la ciudad de los atardeceres. El sol bajando detrás de la ciudad, derramando sobre los tejados una luz tenuemente anaranjada es una visión inigualable. Cuando la tarde perdía terreno frente a la noche paseamos junto a los barcos rabelos por el margen del río que se conoce como Vila Nova de Gaia, donde están la mayoría de las bodegas de vinos de Oporto, y también hay muchísimos restaurantes.

Decidimos cenar en la terraza de uno de los restaurantes de la ribera, la Taberninha do Manel. La temperatura era estupenda. Sofía, Miguel y Pepi se pidieron pasta, yo me decanté -¿cómo no?- por un bacalao com natas, que vi servido en una mesa cercana y que era de aspecto distinto al que me había tomado anteriormente, pues parecía que lo acababan gratinado. Lo regué con una buena cerveza bien fresca que me sentó estupendamente. Muy rico todo.

Era noche cerrada cuando acabamos de cenar. Dimos un último paseo por la ribera con la vista nocturna de las luces de la ciudad reflejadas en el Duero. Una estampa preciosa. El Palacio Episcopal presidiendo iluminado el difuso perfil de la ciudad. Nos dirigimos hacia el puente Luis I, donde había una parada de taxis y cogimos uno que nos llevara de vuelta al hotel. 

lunes, 19 de agosto de 2024

Coimbra - Aveiro - Oporto

A pesar de que en el centro de Coimbra no faltaban sitios para desayunar, habíamos reservado un hotel con desayuno incluido, más que nada por eso de la comodidad de bajar y desayunar y no tener que perder tiempo en comenzar nuestro descubrimiento de la ciudad.

El día lo teníamos de nuevo cargado de actividades y la primera, justo después de desayunar, era una visita guiada, un free tour, que partía desde el acueducto de San Sebastián. Así que para no volver a recorrer el mismo tramo de la tarde anterior decidimos hacer un recorrido distinto y cortamos por unas escaleras, Escadas do Quinchorro, que aunque había leído que eran muy empinada y con altura desiguales, lo cierto es que te llevan rápidamente a la zona alta, sin rodeos, pero eso sí, con un gran esfuerzo. Así lo hicimos. 

Una vez arriba, y recuperado el resuello hay unas vistas estupendas sobre el río Mondego. Al menos el descanso es entretenido. Tras continuar una corta y suave ascensión llegas a otro tramo de escaleras, Beco da Pedreira, más corto, pero que te deja justo junto a la Biblioteca, pero debajo de otra escalinata, la Escada de Minerva, que da acceso ya directo a la Universidade de Coimbra. Que si eres estudiante y has subido todas estas escaleras, al llegar arriba estoy seguro que los alumnos estaban deseando sentarse  un rato a atender en clase. Ciertamente habíamos acortado muchísimos metros y tiempo, pero nuestro esfuerzo nos costó.

A esa hora la plaza presidida por la estatua del Rei Dom Joao III, estaba casi para nosotros. Las visitas guiadas aún no habían llegado, los turistas estaban de camino, y sólo estábamos cuatro madrugadores despistados un miércoles de agosto. Yo disfruté tener una plaza tan emblemática sólo para nosotros. Dimos un relajado paseo por ella y nos hicimos unas fotos de rigor casi desde cualquier ángulo y tras rodear la plaza completamente, y tras contemplar detenidamente  cada fachada de la plaza, la abandonamos por la Porta Férrea y nos dirigimos hacia el acueducto.

Como íbamos con tiempo antes del free tour nos dio tiempo a visitar brevemente el Jardín Botánico. Precioso. Pensé que si yo viviera en Coimbra, sería uno de mis lugares favoritos. Puedes pasar la mañana disfrutando de las diferentes especies que allí se encuentran. Vi los nenúfares más grandes que jamás contemplé y según leí contenía cerca de un millón de especímenes originarios de todo el mundo. Una maravilla. ¡Y qué fuentes! Había un buen montón de bancos de piedra en sombra donde llegaba el murmullo de una fuente cercana. Qué ganas de sentarse a refrescarse leyendo un libro.

Comenzó la visita y tras una breve introducción histórica volvimos a ver lo mismo prácticamente que habíamos visto en la tarde anterior pero ahora asimilando desde un conocimiento histórico lo que teníamos ante nuestros ojos y, lo más importante, nos señalaban detalles que por nosotros mismos no observamos en nuestro caminar primerizo.

Accedimos por la Escada Monumentais da Universidade, y desde ahí la guía fue explicándonos las estatuas, monumentos y las fachadas en un recorrido muy ameno. La fachada del Palacio Real, y por supuesto la Biblioteca Joanina a la que no accedimos. Dicen que siempre hay que dejarse algo importante para la siguiente vez que se visite la ciudad. Eso fue lo que nos dejamos pendiente de Coimbra. En el descenso nos acercó a ver la Torre de Anto, que según contó antiguamente formó parte de la muralla de la ciudad, y que allí vivió un poeta famoso portugués llamado Antonio Pereira Nobre.

Terminamos la visita en el Largo da Portagem, junto al río Mondego. Le dimos nuestra propina y fuimos a comer algo antes de abandonar Coimbra y continuar nuestro descubrimiento portugués. Nos decidimos en A Cozinha da Maria, un restaurante de comida portuguesa en la Praça do Comércio, donde fue un acierto comer. Todo estuvo estupendo. Yo pedí un Bacalao a la Nata, que estaba muy bueno. Pedí un café porque tras la comida tocaba conducir. Fuimos al hotel, recogimos las maletas y al coche. 

Nuestro siguiente destino de paso era Aveiro, a poco más de una hora y cuarto estábamos aparcando en el Parque dos Remadores Olímpicos, aunque el navegador del coche nos hizo dar unas cuantas vueltas antes de llegar. Aveiro es una pequeña localidad muy turística, con casitas de colores y con fachadas de azulejos, al estilo más típicamente portugués. Cruzamos por el Ponte dos Botiroes, que es un curioso puente peatonal circular y comenzamos a pasear por el centro histórico, donde vimos del Obelisco da Liberdade, la Cámara Municipal (Ayuntamiento), pero sobre todo paseamos por sus calles adoquinadas y contemplamos algunas fachadas de edificios art nouveau.

Por los canales paseaban una típica embarcación tradicional que se llamaban moliceiro, que tenía mucha similitud a las góndolas venecianas, pero estas eran de variados colores. En una pequeña tienda que se anunciaba como de fabricación propia probamos unos Ovos Moles que es un dulce típico de la región. Me recordaron a las yemas de Santa Teresa de Ávila. La tarde era algo ventosa y el olor salino del mar se podía respirar. 

Regresamos al coche y nos dirigimos a Praia da Costa Nova que por lo visto es famoso por la práctica del kitesurf, pues es una zona con fuertes vientos, pero lo que a nosotros nos atraía no era la práctica de dicho deporte sino la curiosa arquitectura de sus casas de fachadas pintadas con franjas de colores vivos y alegres. Miguel y Sofía sí quisieron darse un baño oceánico. Mirar el Atlántico desde Costa Nova es como mirar al infinito. Inmensas olas rompen muchas veces antes de llegar a la orilla, el rugido continuo recuerda a una fiera acechante, casi como fuerza sobrenatural, y lo que hay por delante, en realidad no es otra cosa más natural que el océano Atlántico. Más de cinco mil kilómetros de distancia hasta el continente americano. La inmensidad de lo desconocido. Un viaje de descubrimiento. Dos mundos separados por una naturaleza indómita, salvaje y descomunal.

Esperamos que los niños se secaran, y tras dar un paseo de despedida por delante de las casas típicas de la Costa Nova, nos metimos en el coche y tiramos para nuestro siguiente parada: Oporto. Aproximadamente una hora en coche. Un poco más porque pillamos bastante tráfico a la entrada de la ciudad. Primero a la entrada del Ponte do Freixo, para cruzar el río Duero, y después junto al estadio Do Dragao en nuestro trayecto al hotel, que estaba cerca del Hospital Sao Joao. 

Salimos a cenar algo en un centro comercial que había muy cercano al hotel y decidimos ir a descansar pronto, pues habíamos vivido otra jornada larga e intensa.

domingo, 18 de agosto de 2024

Elvas - Coimbra

Los primeros días de mis vacaciones los dediqué más que nunca para descansar. Me hacía falta. Por las mañanas, con la fresquita algunos días salí a pasear, para mover las piernas y recuperar una mínima parte de la forma perdida, o quizás debería decir enterrada, o incinerada. Por las tarde algunos días hemos ido a la playa y allí he aprovechado para leer bajo la sombrilla. Otras tardes nos hemos quedado en casa, donde el aire acondicionado es de obligado cumplimiento. Por las noches ha sido más variado.

Los días que volvíamos tarde de la playa, pues ducha y cena ligera. Ver una peli en la televisión y si acaso una horchata para aliviar los calores. Los días que no fuimos a la playa, pues con la fresca de la noche salimos a pìcar algo, poca cosa, y si acaso un helado, que la economía no está muy rumbosa.

Y así fuimos pasando los primeros días de las vacaciones familiares hasta que el martes 13 de agosto madrugamos  para comenzar nuestro viaje veraniego. En este año no había vuelos que coger. Decidimos que íbamos a hacer kilómetros pero en carretera. Me tocaba conducir. Como estaba esperando que me llamaran para una operación no quise arriesgarme a que coincidiera y pudiera estar convaleciente, así que nos decidimos por visitar algunas de las muchas ciudades que nos quedan por conocer de Portugal.

De manera que madrugamos y la primera parada era para desayunar en la Venta El Hacho II, en Lora de Estepa, Sevilla. A unos 115 km de casa. Un sitio recomendable para terminar de despertar y coger algo de energía. Cumplió sobradamente nuestras expectativas. El siguiente tirón serían unos 360 km que ya nos harían salir de Andalucía, cruzar Extremadura, abandonar España y llegar hasta Portugal, exactamente hasta Elvas, en la región del Alentejo, y que alberga fortificaciones declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Lo primero que hicimos fue visitar el Forte de Santa Luzia desde donde disfrutamos de una estupenda panorámica de toda la ciudad amurallada. Es un fuerte de los que ya no quedan, con baluartes, puente levadizo, garitas y hasta la Casa del gobernador. Incluso tiene un túnel excavado bajo tierra que une el castillo con la ciudad. 

Camino del centro de la ciudad nos detuvimos a contemplar el Aqueduto da Amoreira. Cualquier acueducto que veo siempre lo comparo con el de Segovia. Es inevitable. Todos salen perdiendo, evidentemente. Pero el que teníamos ante nuestros ojos no es cualquier cosa. De hecho es el de mayor tamaño de la península ibérica. Quizás los contrafuertes le afean algo. También hay que tener en cuenta que uno es del siglo II y el otro del XVI. 

Aparcamos por el centro, en la Praça 25 de Abril, una plaza intramuros, y comenzamos a pasear. En pocos minutos alcanzamos sin dificultad la Praça da Republica de Elvas, junto al Posto de Turismo y frente a la Igreja de Nossa Senhora da Assunçao, con una bonita aunque asimétrica fachada. En la plaza también se encuentra el Ayuntamiento, allí conocido como Cámara Municipal. Una plaza de dimensiones un tanto extrañas, pero coqueta y agradable. Continuamos nuestra visita hasta la Picota de Elvas. Pararse a pensar que en ese lugar se ajusticiaba públicamente  a los condenados, produce un poco de mala espina. Justo detrás se encuentra el Arco de Santa María.

Como hacer turismo da mucha hambre, comenzamos a buscar entre unos cuantos restaurantes que llevábamos preseleccionados. Finalmente nos decidimos por tomar asiento en el Restaurante Girassol que se publicitaba como un restaurante de sabores tradicionais, donde la verdad es que comimos estupendamente. 

Nada más sentarnos nos pusieron para picar unas aceitunas, una especie de ensaladilla y un queso de oveja que estaba bien rico. De entrada, para compartir, pedimos unas almejas riquísimas y un pulpo a la brasa que estaba espectacular,  continuamos con un  bacalhau dourado y una carne a la portuguesa que nos recomendó el camarero. Todo estaba estupendo. Los postres fueron muy curiosos y distintos. Miguel se pidió un postre que lo conocen como baba de camello; Pepi se pidió un postre que se llama serradura, Sofía no se complicó y pidió una mousse de chocolate y yo me decidí por una tarta portuguesa de almendras. Antes de salir pedí un café porque aún quedaban por delante casi tres horas de carretera.

Nuestro siguiente parada era Coimbra. Aparqué en el parking del hotel y comprobé que había cascado más de 700 km en el día, que si bien no es una barbaridad, tampoco es poca cosa. Hicimos el check in, soltamos las maletas en la habitación y nos fuimos a patear el centro. Nos impresionó la anchura del que pasa por Coimbra, el río Mondego, y desde el puente principal que lo cruza, el Puente de Santa Clara, la sensación de amplitud era aún mayor. Nos dirigíamos hacia Rua Ferreira Borges, pero antes nos detuvimos a curiosear en Comur, una preciosa tienda de latas de conservas, algo que hemos visto varias veces en este viaje y no estamos acostumbrados a ver. Tenía en su interior un mosaico de la biblioteca que era simplemente magnífico.

En una pastelería a la entrada de la calle compramos unos pasteles conocidos como pasteles de Santa Clara que son típicos de la ciudad y nos llamaron la atención. Un tentempié para poder subir cuestas, porque si de algo tiene de sobra Coimbra, son cuestas y escaleras, pero antes bajamos a la Praça do Comercio para acercarnos a ver la fachada de la Igreja de Sao Tiago, en cuya escalinata de entrada estaba actuando una banda de rock. Al otro extremo de la Praça está la Igreja de Sao Bartolomeu con su fachada algo descuidada.

Comenzamos nuestro ascenso por la Porta de Barbaca y cruzamos bajo la Torre de Almedina de época medieval. Continuamos subiendo mientras disfrutábamos de la arquitectura desigual del casco antiguo de Coimbra, hasta llegar al Largo da Sé Velha, donde está ubicada la Catedral Vieja de Coimbra. Una catedral de estilo románico  atípica,  coronada con almenas que le dan un curioso aire de castillo defensivo. La rodeamos pero sin entrar pues ya estaba cerrada. Continuamos nuestro esforzado ascenso hasta la Igreja de Sao Joao de Almedina, junto a la cual hay un claustro porticado de una bella esbeltez que no pudimos visitar, pero que al menos sí pudimos contemplar desde fuera.

No quisimos seguir avanzando más porque la tarde empezaba a sonrojar sobre las tejas envejecidas de las cubiertas. y además, de tanto subir cuestas teníamos ya ganas de parar y también de disfrutar de la gastronomía portuguesa, y, a ser posible, ver anochecer mientras descansábamos nuestras piernas. El día había sido largo e intenso, así que cogimos mesa en una terraza para picar algo, aunque Miguel se pidió una francesinha, que con sólo mirarla ya te has cansado de comer. ¡Qué cosa más pesada! Pan de molde tostado, varios embutidos, carne de cerdo, queso gratinado y encima un huevo, y seguidamente todo bañado en salsa de cerveza. Una bomba alimentaria. Y más para cenar. Pero como tiene 15 años y su estómago es aún un órgano nuevo, pues puede con todo.

Siempre recordaré  esta cena en Coimbra por el lugar, ocupamos una mesa en una terraza maravillosa, con un gran árbol cobijándonos bajo sus amplias y robustas ramas y de fondo había un cantante con su guitarra cantando tristes canciones portuguesas. ¡Me encantó! Luego ya todo fue ir dejándose llevar cuesta abajo. Disfrutando del paseo, y deshaciendo el camino de vuelta al hotel. Ducharnos y encomendarnos a una  recuperación con un sueño profundo.


viernes, 2 de agosto de 2024

Modernidad Latente - Carmen Thyssen

Nada más comenzar agosto llegó a mis oídos que el Museo Carmen Thyssen de Málaga realizaba una apertura nocturna gratuita el primer jueves de agosto, es decir, el primer día de agosto, que coincide con el primer día de mis vacaciones, y pensé que era una estupenda manera de aprovechar para ver la exposición temporal Modernidad Latente que tenía intención de visitar en este mes de descanso. Así lo hicimos. La familia al completo.

La exposición Modernidad latente. Varguandistas y renovadores en la figuración española, incluía obras de un buen número de artistas tan reconocidos como Picasso, Juan Gris, Antonio López o María Blanchard entre otros.

No soy un gran entusiasta de la Modernidad en la pintura. Probablemente porque no estoy preparado y no la entiendo o me falta formación o todas juntas. Aún así, siempre suelo encontrar obras que me parecen soberbias. Entre las más de sesenta obras que se presentaban en la exposición temporal un buen número de ellas me encantaron.

Visitando los museos suelo jugar conmigo mismo a imaginar que si me dieran la posibilidad de llevarme una sola obra a mi casa, sin opción de venderla, quiero decir por el simple hecho de poder colgarlo en mi casa, para no andar condicionado por los supuestos precios que alcanzarían en una supuesta subasta. ¿Cuál te llevarías? Normalmente elijo la obra que más me guste, claro está, pero no basta con eso. Hay que tener en cuenta que vivo en un pequeño piso, donde por ejemplo no tendría espacio para colgar Las Meninas de Diego Velázquez. Así que tengo la gran limitación a tener en cuenta en la que el tamaño es fundamental.

Finalmente me decidí con mucho esfuerzo por un cuadro ubicado en la primera sala. Ventana sobre Portugal de Daniel Vázquez Díaz. El cuadro me pareció simplemente bello, pero no es un cuadro simple, o eso me pareció. El tema principal del cuadro es una naturaleza muerta, pero no tan muerta, ni tan evidente como un bodegón. Una pecera con tres peces en su interior.

La obra fechada entre 1922 -1923 es una reinterpretación cubista con una vuelta de tuerca. Al fondo, en un horizonte enmarcado por una ventana (muy Matisse) se representa un paisaje arquitectónico, de una homogeneidad diversa y escalonada,  realizada con una paleta de colores fríos pero apastelados. No incluye ninguna persona, tan sólo el paisaje de una población sin ventanas que parece estar abandonado. El cielo es azul, y la mesa, donde está apoyada la pecera, es de colores tierra. El marco de la ventana es verde, como las hojas verdes que aparecen en primer plano a la izquierda. Las palmeras del fondo están casi mimetizadas con los colores azules de las viviendas y lo que más sobresale del cuadro son los tres peces de colores, que parecieran estar rindiendo homenaje a los melocotones de Cezanne, con sus colores de pastel anaranjados. Hay que resaltar el atrevimiento del contraste que ofrecen los peces con sus siluetas curvas y la esfera de la pecera en un cuadro con evidentes influencias cubistas. Una maravilla de cuadro.

Bueno, pues como el cuadro mide alrededor de 73 cm por 56 cm , que es un tamaño manejable, procedo a descolgarlo. No se lo digan a nadie.

Pd: Luego pensé que no era tan buena idea ir cargando con el cuadro todo el rato, con el calor que hacía y como pensábamos ir a picar algo -como así fue- pues lo dejé allí.

sábado, 27 de julio de 2024

Sedajazz Latin Ensemble & Sole Giménez

Apenas dos días después de disfrutar del concierto que Diana Krall ofreció en el Starlite de Marbella, tenía en mi agenda otra cita jazzística, aunque esta vez en Alhaurín de la Torre, en lo que viene conociéndose como el Portón del Jazz, ya que se celebra en La Finca El Portón, de Alhaurín de la Torre.

De los cuatro conciertos programados este año para el Festival de Jazz, me decidí a ver el de la formación valenciana Sedajazz Latin Ensemble, que además traían como voz a la reconocida cantante Sole Giménez (ex Presuntos Implicados). El año anterior el nivel del concierto que pude disfrutar fue muy alto, Jazzmeia Horn realizó una demostración vocal pocas veces vistas, pero me fui algo descontento por el comportamiento del público. Varias veces tuvo la cantante que pedir que por favor permanecieran en silencio, y aunque se recondujo la situación hasta el extremo de que ella al final del concierto dio las gracias en un divertido castellano articulando: "Gracias por callarte la boca". 

Pensé que al ser una banda con más músicos, y que les acompañaba una cantante muy respetada y con muchas tablas, igual el comportamiento sería mejor, como finalmente fue.

El concierto comenzó casi con veinte minutos de retraso esperando que finalmente todo el mundo tomara asiento. Comenzaron con un tema corto y alegre, Cubauza, dedicado al músico cubano Mario Bauzá, con arreglos de Mike Philip Mossman. Su siguiente tema fue Keiko Jones, dedicado a la mujer de origen japonés de Elvin Jones, que así se llamaba.

Tras este tema, presentó a la formación: Kontxi Lorente al piano, Abelito Sanabria al baby bass, Tiko Porcar a la batería, Carlos Llidó a las congas y en la sección de vientos, Vicente Marcial con el saxo tenor, Perico Sambeat al saxo alto, Fede Crespo a la trompeta, Paco Soler al trombón y Francisco Blanco al saxo barítono.

Continuaron con una composición de Felip Santandreu titulada El misteri del terrat de la botiga de la Amparo y acabaron con Este también antes de dar paso a la vocalista invitada, Soledad Giménez, que comenzó su interpretación con Vereda tropical, y continuó con el bolero Contigo en la distancia. Especialmente divertida fue la interpretación de El manisero, como especialmente triste son las circunstancias que rodean la canción Nosotros de su autor cubano, Pedro Junco. 

Continuaron el recital tocando una versión adaptada a una big band latina de Cómo hemos cambiado que resultó muy acertada y como despedida nos regalaron una versión de la maravillosa canción Mediterráneo de Joan Manuel Serrat. En el bis, tocada con una sencillez cautivadora, Alma de blues hizo la delicia de todos los asistentes, y cuando parecía que estaba todo acabado, aún aceptó interpretar de nuevo, pues dijo que no tenían más canciones preparadas, y que tendrían que repetir un tema de los ya tocados esa noche.  Tocaron como colofón final Vereda tropical por segunda vez.

jueves, 25 de julio de 2024

Diana Krall de vuelta al Starlite

Regresaba Diana Krall al Starlite Festival de Marbella. Si no me equivoco iba a suponer su tercera visita mientras que para mí sería la segunda. En esta ocasión vine acompañado de mi santa, Pepi, y una pareja de amigos, Sagri y Miguel, que también son aficionados al jazz.

El concierto comenzó con unas salpicadas notas de piano de cola, hasta ir encontrando el camino que le dirigió a Almost like being in love, uno de esos inolvidables American Standard de jazz, al que se sumó seguidamente el contrabajo de Sebastian Steinberg (ex Soul Coughing) y a la batería Matt Chamberlain (ex Pearl Jam). Quizás la expresión mínima de una banda de jazz. Para mí la más íntima y cautivadora en los distintos formatos de jazz.

Continuó con All or nothing at all y I've got you under my skin, con una interpretación lenta. Ambas ya las había interpretado en este mismo recinto en su concierto de 2022. Una de las sorpresas de la noche fue la versión de Queen Jane approximately, el tema de Bob Dylan que cantó con una dulzura inmensa. Se llevó una gran ovación. Retomó el piano con un vagabundeo en ritmo de blues, que fue creciendo, yendo y viniendo, hasta que Lost Mind se posó sobre el escenario para poco a poco ir desapareciendo hasta de nuevo quedarse en una simple base de blues al piano. Me encantó.

Un solo de contrabajo inició lo que luego fue Just you, just me, famosísima canción que ha entrado en la historia del cine americano por aparecer en películas musicales como New York, New York, donde Liza Minelli llevó la parte vocal. En la canción hubo tiempo también para que la percusión tuviera su solo en mitad de la canción, en una interpretación animadamente rítmica. El siguiente tema que interpretó fue In the wee small hours of the morning, de Frank Sinatra que bajó el tempo del concierto hasta el momento más íntimo. Antes de continuar contó que esta canción, They can't take that away from me, inevitablemente, le recuerda Tony Bennett, recientemente fallecido, con el que grabó esta canción en el disco que publicaron juntos en 2018. 

La siguiente canción fue una inesperada sorpresa, aunque la anunció "this next song is from Neil Young". Y con un ritmo de batería al que se unió el contrabajo fue creciendo Mr Soul. Después de la primera estrofa la canadiense fue entremetiendo notas sueltas hasta que fue ganando protagonismo y se hizo el instrumento central. La canción paró en seco, y volvió a arrancar para finalmente terminar con el el estribillo final casi susurrado al oído de un amante. Fue una verdadera maravilla de interpretación.

La siguiente canción que interpretó fue una de mis canciones favoritas que Diana Krall ha grabado, How deep is the ocean, pero la versión que interpretaron fue muy distinta de la grabación, la hicieron más animada, cuando a mi gusto es una balada maravillosa. Fue una pena, y al mismo tiempo una fortuna.

Acabaron el set con Heart of the country de Paul & Linda McCartney y Let's face the music and dance, con ese ritmo tan endiablado que la vertebra, donde la gran pianista hizo demostración de su virtuosismo. Terminó pidiendo un aplauso para sus dos músicos acompañantes y comentando el calor que hacía. Daba la impresión de que no iba a volver. Algunos espectadores impacientes empezaron a recoger para abandonar la cantera del Starlite, pero la pianista de voz sensual nos tenía reservado lo mejor para el final.

Desde las reconocidísimas primeras notas de Take the "A" Train no hubo dudas. Parecía que nos metía prisa para no perder el tren (que por ahora es imposible en Marbella) e improvisó a ratos una letra alternativa con un "Look at the sea".

Para despedirse nos tenía reservada una grata sorpresa de otro canadiense, Leonard Cohen. Entonces Matt Chamberlain activó una caja de ritmos,  y junto con el contrabajo y la percusión fueron creando el ambiente perfecto para que Diana comenzara a cantar Famous blue raincoat. Un ritmo venenosamente arrastrado, su voz aterciopelada y una letra inmejorable. Las notas del piano y la piel de gallina. No podía imaginar un mejor final que ese Sincerely, L. Cohen susurrado por Diana Krall.


martes, 23 de julio de 2024

La idea natural - María Negroni

Me enamoré de este libro la primera vez que lo vi. Me gustó todo de él. El título La idea natural encerraba ese algo de misterio que te hace preguntarte de qué va, la portada -imaginé- sacada de un vetusto libro de botánica, los colores cadenciosos, la editorial que es insignia de calidad, y prácticamente todo lo que desde ese momento leí de él, me llevaron a querer leerlo.

Es un libro pequeño, casi un juguete, en el que la autora argentina, María Negroni, reúne esbozos de vidas entregadas a la ilusión del conocimiento, en el que catalogar es un modelo de aprendizaje y de enseñanza. Este libro incluye una especie de guía naturista, donde se muestra los momentos trascendentales pero también los anecdóticos de vidas dedicadas al rigor metódico de la observación. Los viajes de exploración y el descubrimiento minúsculo. Donde las ilusiones se sirven de brújulas sin norte, en el inmenso y laborioso esfuerzo de la mínima apreciación diferencial. 

Negroni muestra vidas plenas de conocimiento, dedicación y fervor al servicio de la pulsión natural como objetivo. La desmedida entrega personal a la pasión interior por la naturaleza y la divulgación científica. Una joya de libro.


sábado, 20 de julio de 2024

¡Clélia de vuelta en España!

Aterrizaron Sofía y Miguel desde París sobre las once de la noche, y con ellos vino Clélia. Ahora le tocaba a ella practicar el español durante una semana. Nos contó que venía con ganas de sol y de playa y en realidad eso es lo que le esperaba, aunque también le tocó ver la final de la Eurocopa en casa.

El primer día la llevamos a desayunar churros con chocolate, que según dijo en su primera visita era una de las cosas que más le gustó. Como llegaron desde Francia un sábado por la noche, ese primer día pude acompañarlas a las actividades, pero luego a otras no me fue posible. C'est la vie. Ese día fuimos a comer al K'udamm, en lo que fue la previa al partido de la final. Los nervios estaban a flor de piel.

La final la vimos en casa, y por suerte España ganó la Eurocopa a Inglaterra con goles de Nico Williams y Mikel Oyarzábal, y tras el partido Clélia pudo acompañar a Sofía a dar una vuelta por Fuengirola para ver la celebración. Miguel estaba como loco. Como el corazoncito de Clélia ya es un poco español, yo creo que disfrutó de la victoria, aunque me temo que a Clélia el fútbol ni le va ni le viene. Pero bueno, es un recuerdo que tendrá.

Al día siguiente por la mañana descansaron. Pepi les hizo una paella en casa y por la tarde fueron a la playa, pero no podían estar mucho tiempo porque por la noche salimos con unos amigos a cenar a una pizzería, Casa Pasta, en Fuengirola. Terminamos paseando fresquitos por el Paseo Marítimo y tomando un helado que terminara de refrescarnos.

El día siguiente era el día del Carmen, y Clélia pudo vivir al completo la Festividad del Carmen y pudo ver la procesión con la Virgen entrando en el mar y también los fuegos artificiales. Sofía nos contó que le había impresionado mucho.

Cada día una actividad. Para ese día Sofía y Clélia fueron a visitar el Bioparc de Fuengirola, que es el Zoo de Fuengirola, que a mí personalmente me encanta. Disfrutaron viendo el acuario nuevo y algunos de los muchos animales que tiene en semilibertad. Luego fueron a dar un paseo por Fuengirola con las amigas de Sofía y a cenar algo, para acabar con un helado, que con el calor que hacía es casi obligatorio.

Como teníamos la intención de hacer cosas distintas a la visita anterior de Clélia, fuimos al puerto de Málaga para realizar un paseo en catamarán por Málaga, aunque Clélia nos dijo que ya había montado en otra ocasión en catamarán. Seguidamente visitamos el exterior del Pompidou pero pensamos que para ella sería mejor visitar el Carmen Thyssen, y ya pues nos quedamos a cenar en Málaga.

Sofía tenía previsto, desde hace bastante tiempo, asistir a un festival que se llama Puro Latino, así que comimos en casa y por la tarde, cuando Sofía se fue, Pepi y Clélia fueron a la playa y por la noche, donde ya pude unirme, salimos a cenar a un restaurante de comida asiática, en los que también nos acompañó Claudia, que así pudo conocer a Clélia. Y seguidamente todos fuimos a tomar un helado.

Al siguiente día, Sofía, Clélia y Miguel fueron al Parque Acuático, en el que también estuvo nuestro sobrino Dani. Les encargamos que tuvieran mucho cuidado de que Clélia no se quemase la piel al sol, pues ella tiene la piel muy blanca. Se ve que nos hicieron caso y se puso bastante crema protectora, porque se puso coloradita, pero no se quemó. Esa misma tarde vino Magali en avión y, tras recogerla en el aeropuerto, pudimos ir los seis juntos a cenar al Mesón El Torillo, donde, a mi juicio, pasamos una estupenda velada y comimos muy bien.

El último día, antes de coger un avión que las llevara de vuelta a La France, para disfrutar de una despedida en condiciones, fuimos de nuevo a desayunar churros con chocolate! Fue complicado llevarla a muchos sitios porque a mí me pilló trabajando y porque con el calor tampoco se pueden hacer muchos planes distintos a los que incluyan algo fresco.