Uno de los regalos que recibimos mi mujer y yo para los Reyes fueron un par de entradas del musical de Grease. Dos entradas con una situación perfecta en cuarta fila en el patio de butacas del Teatro del SoHo. Nos hizo ilusión aunque yo mantenía ciertas reservas de llegar recuperado a la fecha de la bora, porque aún estaba convaleciente de la operación y digamos que no estaba seguro de que llegada la fecha me encontraba bien. No habían pasado diez días desde la operación, aún mantenía los puntos en la barriga y ya me veía en la sala de un teatro disfrutando de un musical.
¿A quién no le gusta la película Grease? Seguro que hay alguien, la verdad. Hay gente para todo y en realidad es bueno que haya gente para todo y con todo tipo de gustos. No seré yo el que critique los gustos y disgustos de nadie siempre que se realicen de manera respetuosa. Pero a Pepi y a mí es una peli que nos gustaba, y habíamos comentado ir a ver el musical, pero lo fuimos dejando, así que cuando vimos el regalo nos hizo ilusión. ¡En mi trabajo me escuchan!
Una vez que se apagaron las luces y comenzó la magia del teatro te olvidas de todo. No hay nada aparte de unos actores y un espectador, salvo, algún que otro móvil sonando porque su despistado dueño no ha hecho caso a todos y cada uno de los avisos que dan para recordar apagar los teléfonos. En fin, cosas del directo. Mientras contemplaba lo ágiles que son los actores, lo estupendamente bien que cantan, lo extremadamente ligeros que se muestran al saltar y con la alegría y especial destreza que realizan todas y cada un de sus actuaciones, se te viene un poco el mundo abajo. Al menos a mí me pasó.
Empiezas a darte cuenta -aunque ya hace tiempo que lo sabes- que no eres un joven que tiene la misma capacidad que los que tienes delante. Ese despliegue de energía te supera. Sabes que un tiempo en tu vida pudiste hacer algo así, aunque no lo hicieras, pero podría haber sido posible, pero ahora, ya, es imposible.
Lo sé, sí, tengo 51 años y me tendría que haber dado cuenta antes. De acuerdo, tienen razón, pero en mi descargo diré que me miro poco en el espejo, y todavía ando por el mundo sin tener una presencia exacta de mi envejecimiento. Aunque suene ingenuo, a veces tengo la sensación de que sigo creyendo que podría hacer cualquier cosa, y que tengo suficientes energías para todo pero la realidad es que no. La vida, la realidad, te da un guantazo de vez en cuando y te recuerda que aunque aún eres muy capaz de muchas cosas, ya hay una lista negra de cosas de la que hace tiempo que no eres capaz. Hice lo que pude, lo que quise o lo que me dejaron. Déjenme que crea que no soy lo que soy, ya me daré la hostia.
Pero al acabar me puse en pie a aplaudir a los artistas del musical. ¡Divina juventud!
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