No hay verano que se precie que no vayamos los cuatro a echar la mañana a la playa y seguidamente vayamos a comer al chiringuito. Es casi una tradición. Una costumbre creada año a año, a costa de la repetición. Es lo que se suele conocer como una ley no escrita, que en realidad son luego las de más calado.
Esperar a secarnos antes de ir al chiringuito. Comer con vistas al mar, sintiendo la brisa fresca en la piel. El primer buche de cerveza fría es irrepetible, el intenso gusto marino de las coquinas, el regalo de sabor que es disfrutar de un espeto de sardinas salpicadas en limón y continuar con una paella. Y lo mejor, disfrutar los cuatro juntos de todo esto.
Algo dulce para acabar la comida y regresar al mar justo antes de dormir la siesta a la sombra de la sombrilla. Ya desde ese momento, justo antes de apagar la consciencia sabes que pocas cosas van a poder superar un día así. Gracias vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario