Ya estoy de vacaciones. Oficialmente lo estoy desde el lunes, que era el primer día en el que se suponía que tendría que haber ido a trabajar y no fui, pero en realidad, en cuerpo y alma, estoy de vacaciones desde el sábado a eso de las dos y veinte de la tarde cuando eché el cerrojazo a la puerta de la oficina.

Al llegar a casa, lo primero que hice fue encender el aire acondicionado, darle caña a la música y después me cambié de ropa para ponerme fresquito con unas chanchas y un bañador. Ya listo fui a la cocina a ver qué me había dejado mi señora para almorzar, y encontré sobre la encimera un enorme y jugoso bocadillo de tortilla de patatas con cebolla y algunos pimientos fritos. ¡Cómo me conoce la jodía! ¡Olía que alimentaba!. Abrí el frigorífico y del rincón más privilegiadamente frío de la nevera saqué una cerveza de esas especiales que me gusta guardar para días como el de hoy...
A eso le llamo yo un buen inicio.
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