
Imaginen la dificultad de colocar en una novela a dichos personajes. Escribir en sus bocas diálogos. Irreverente y osada son los principales adjetivos que me vienen a la cabeza, pero una vez leída la novela se mudan en desternillante e inteligente.
Se lee de un tirón. Es corta pero se me hizo aún más. Tanto que lamenté amargamente que el viaje de Pomponio Flato llegase a su fin. Como consuelo me queda que al menos ahora tengo otra novela de Mendoza -también de temática arriesgada- en mi mesita de noche.
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