miércoles, 22 de noviembre de 2023

Martín Caparrós en Málaga

Martín Caparrós es el ejemplo de periodista vocacional. Antes de cumplir la mayoría de edad ya estaba colaborando con periódicos de su ciudad natal en Buenos Aires. A muy tierna edad se vio exiliado en París y también en Madrid durante la dictadura militar Argentina. Trabajó como traductor, colaborador en el diario El País. Con el regreso de la democracia a Argentina retornó a Buenos Aires para trabajar y para escribir. Se ha pasado la mayor parte de su vida recorriendo el mundo. Es ensayista, cronista, novelistas y columnista en periódicos como el New York Times. Una vida más que aprovechada.

En el auditorio del Museo Picasso de Málaga se había programado una conversación entre Martín Caparrós y María del Mar Peregrín alrededor de su libro: El mundo entonces. Desconocía todo del libro a presentar, pero su libro de crónica, Una luna (2009), me había pellizcado fuerte cuando lo leí. Un libro duro. Muy duro. Seco, cortante, doloroso. Recuerdo avanzar las páginas esperando hallar algo de luz, pero, en cambio, vas encontrando una y otra vez el germen de la violencia, de la avaricia, de la ignominia, de la explotación. La maldad natural, el ser humano en su envoltura más repulsiva, el hombre como lobo. Relatos tan increíbles que parecen irreales, pero comprendes que no es ficción, es la realidad que mantenemos apartada del mundo occidental, del primer mundo, pero que está muy latente al pasar una frontera o a la vuelta de la esquina.

No es un libro que yo suela recomendar, porque tras leerlo algo cambia dentro de uno y probablemente algo de mi ingenuidad se perdió en el camino de sus capítulos. La inocencia humana es agredida entre sus páginas múltiples veces. La honradez aparece pisoteada, los derechos se muestran arrancados de las páginas de las vidas de muchas personas. Parece imposible lo que lees, aunque es crónica social. No terminas de creértelo, pero es así. No todos los niños viajan a Disney.

Tras la charla, de la que se habló más del futuro que nos espera que del libro que venía a presentar, me acerqué para estrecharle la mano a alguien que ha arriesgado mucho por dar voz a los desheredados del presente, a esa clase B de la humanidad. Cuando le puse el libro que traía por delante para que me lo dedicase, torció el gesto, como si mil recuerdos que pretendiera olvidar volvieran a su memoria. Me dijo: un libro duro. Mucho -le contesté-. Intercambiamos asombros y vergüenzas de sus historias y me llevé el libro dedicado.

Al llegar a casa, coloqué el libro en una estantería alta de casa, algo apartado, retirado de la vista diaria. Es un tremendo orgullo tener un libro suyo firmado, pero mientras espero que las hojas verdes de mi ingenuidad renazcan, no me acercaré a él. Por sana precaución para mi descanso interior.

Nota: Miguel Simón fue quien me acompañó. Creo que él estaba tan interesado como yo en asistir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario