jueves, 30 de noviembre de 2023

La espía que me amó (1977)

La décima entrega del agente del MI6, James Bond, con el sugerente título La espía que me amó, seguro que no decepcionó a ningún seguidor de la serie. Comienza en una trepidante huida sobre esquís en los Alpes austriacos, con tiroteo y salto mortal incluido, y continua con un encargo de la marina británica, que lo insta a ir a El Cairo a buscar un microchip crucial para el futuro del mundo, aunque Bond también se entregará irremediablemente a los encantos de Egipto. Dos submarinos nucleares han desaparecido, uno británico y otro ruso. No es poca broma. Sólo hay una posible salida: Bond.

James Bond, una vez más en la piel de Roger Moore no se anda con chiquitas. En esta entrega para acabar con el gigante con dientes de metal, que es el matón de un megalómano que pretende destruir el mundo, unirá sus fuerzas con la espía Anya Amasova (interpretado por Bárbara Bach, que como curiosidad es la actual esposa de Ringo Starr). Todo ello con la pirámide de Guiza de fondo, aunque pronto tendrá que cambiar de decorado para ir a la isla de italiana de Cerdeña y sobre todo pasar mucho, mucho tiempo bajo agua. 

Tiroteos, persecuciones por vertiginosas carreteras de precipicios, incluso una huida por la costa huyendo de un helicóptero. No falta de nada. En fin, una película que tiene todos los alicientes del entretenimiento. Y por supuesto, una vez más, Bond dejando alto el pabellón inglés.

Pd: Poco a poco parece que me voy cogiendo ritmo y a ver si soy capaz de ver la saga completa de James Bond.


lunes, 27 de noviembre de 2023

Jean Echenoz - Relámpagos

Jean Echenoz es uno de esos autores que tienen una mano para el rigor y otra para la belleza. Es de esos escritores que utilizan el adjetivo como un francotirador. Si no es necesario gastar una bala no se gasta, pero si se pulsa el gatillo, el acierto será certero. No es autor de largos discursos ni de novelas con tramas de extensiones epopéyicas. Al contrario, cuando reparte cartas en esto de la literatura, suele esconder bajo la manga ese dicho, tan común como acertado, de que lo breve si bueno, dos veces bueno.

Sus novelas suelen ser cortas, son casi relatos largos y le suelen colocar la etiqueta de escritor elegante, y de frecuentar el humor y practicarlo fuera de lugar. Hay cierta verdad en esas afirmaciones pero hay más que todo esto entre las líneas del autor francés. Hay sencillez pero también atención a los detalles.

El libro que nos trae entre manos, Relámpagos, es una biografía ficcionada de Nikola Tesla, aunque afirmar que es una biografía es una osadía -casi una mentira- porque no es realmente una biografía, pero sí que se repasa su vida. Es más bien un primer borrador, un esquema estiloso puesto en limpio con aparente sencillez alrededor del genial ingeniero Nikola Tesla. Digo aparente porque estoy convencido que detrás de la limpieza de sus textos hay horas y horas de reflexión a la hora de tachar.

No hay ninguna ambición técnica, no se explican los inventos, ni las circunstancias que lo trajeron a su cabeza, ni siquiera hay detalle en la forma de llevarlos a cabo, pero sí está la melancolía de las horas de soledad, del sentimiento de buscar el fin sin tener en cuenta las consecuencias. Es muy recomendable. Yo lo disfruté mucho.

Acabo de recordar que ya había escrito mis impresiones de una de sus novelas. Lo hice hace casi diez años. En aquella ocasión fue 14. Un libro sobre la Gran Guerra. Recuerdo que fue una maravilla de libro que años más tarde me trajo a éste. ¡Cómo pasa el tiempo!

Me gustaría señalar que no suelo elegir las novelas por sus portadas, que incluso lo rehúyo. Hubo un tiempo en el que uno era joven y cometió esos errores. Es cierto también que las buenas ediciones te atraen, y que es imposible no sentirse cautivado por algo que consideras bello. En esta ocasión, fue inevitable sentirme hechizado por la foto elegida para la portada. Es fascinantemente atrayente.


domingo, 26 de noviembre de 2023

The Steepwater Band en el Louie Louie Rock Bar

Dicen que no hay mal que por bien no venga, y bueno, a veces es cierto, otras veces no. En este caso así fue. La banda de blues-rock de Chicago, The Steepwater Band, iban a venir a actuar en concierto al Louie Louie Rock Bar de Estepona en mayo de 2022, pero la pandemia de Covid-19 lo echó abajo. Cosas peores se han vivido.

Su intención en esa gira era presentar su estupendo disco Turn of the Wheel, pero no pudo ser, pero la banda siguió trabajando durante el confinamiento y grabaron Re-Turn of the Wheel, que es como una continuación del anterior. Tras organizar todo de nuevo, se decidieron en realizar nuevamente la gira, pero en esta ocasión con alguna fecha más. En Estepona, programaron dos fechas consecutivas. Algo poco habitual.

Hubiera estado muy bien poder estar en los dos conciertos pero no pudo ser, sólo pude estar en el segundo, que por lo que me contaron tras el concierto algunos conocidos que sí pudieron estar en los dos, el segundo fue mejor. Al menos fue más largo. Así que parece que acerté con la fecha. Personalmente llegué al concierto con muchas ganas. Me había dado tiempo a prepararme bien el concierto y era la segunda vez que lo hacía. Así que conocía bastante bien su discografía.

Sea lo que fuese, fue un conciertazo. Jeff Massey, cantante y guitarrista, es un animal de escenario y parecía estar con ganas. Yo lo conocí hace tiempo, ya no recuerdo cómo, pero sí que me enamoré perdidamente de su versión de la canción de Neil Young & Crazy Horse de Don't Cry No Tears. Luego la curiosidad me fue llevando por su discografía, y desde que supe que podían venir la primera vez, ya sí que me sumergí de pleno en su discografía. Y lo he podido hacer en dos ocasiones, así que pueden figurarse que iba bien preparado. 

The Steepwater Band fusionan como pocos la música americana con el blues y el rock. Tiene dos estupendos guitarristas. Jeff Massey y Eric Saylors, que se manejan indistintamente como guitarristas principales o de acompañamiento. Joe Bishop al bajo y coros y  para cerrar el cuarteto Joe Winters a la batería. Una estupenda formación.

Su canción Last Second Chance sonó de maravilla. La carne de gallina. Vas a conciertos y pagas entradas por vivir estos momentos. 


miércoles, 22 de noviembre de 2023

Martín Caparrós en Málaga

Martín Caparrós es el ejemplo de periodista vocacional. Antes de cumplir la mayoría de edad ya estaba colaborando con periódicos de su ciudad natal en Buenos Aires. A muy tierna edad se vio exiliado en París y también en Madrid durante la dictadura militar Argentina. Trabajó como traductor, colaborador en el diario El País. Con el regreso de la democracia a Argentina retornó a Buenos Aires para trabajar y para escribir. Se ha pasado la mayor parte de su vida recorriendo el mundo. Es ensayista, cronista, novelistas y columnista en periódicos como el New York Times. Una vida más que aprovechada.

En el auditorio del Museo Picasso de Málaga se había programado una conversación entre Martín Caparrós y María del Mar Peregrín alrededor de su libro: El mundo entonces. Desconocía todo del libro a presentar, pero su libro de crónica, Una luna (2009), me había pellizcado fuerte cuando lo leí. Un libro duro. Muy duro. Seco, cortante, doloroso. Recuerdo avanzar las páginas esperando hallar algo de luz, pero, en cambio, vas encontrando una y otra vez el germen de la violencia, de la avaricia, de la ignominia, de la explotación. La maldad natural, el ser humano en su envoltura más repulsiva, el hombre como lobo. Relatos tan increíbles que parecen irreales, pero comprendes que no es ficción, es la realidad que mantenemos apartada del mundo occidental, del primer mundo, pero que está muy latente al pasar una frontera o a la vuelta de la esquina.

No es un libro que yo suela recomendar, porque tras leerlo algo cambia dentro de uno y probablemente algo de mi ingenuidad se perdió en el camino de sus capítulos. La inocencia humana es agredida entre sus páginas múltiples veces. La honradez aparece pisoteada, los derechos se muestran arrancados de las páginas de las vidas de muchas personas. Parece imposible lo que lees, aunque es crónica social. No terminas de creértelo, pero es así. No todos los niños viajan a Disney.

Tras la charla, de la que se habló más del futuro que nos espera que del libro que venía a presentar, me acerqué para estrecharle la mano a alguien que ha arriesgado mucho por dar voz a los desheredados del presente, a esa clase B de la humanidad. Cuando le puse el libro que traía por delante para que me lo dedicase, torció el gesto, como si mil recuerdos que pretendiera olvidar volvieran a su memoria. Me dijo: un libro duro. Mucho -le contesté-. Intercambiamos asombros y vergüenzas de sus historias y me llevé el libro dedicado.

Al llegar a casa, coloqué el libro en una estantería alta de casa, algo apartado, retirado de la vista diaria. Es un tremendo orgullo tener un libro suyo firmado, pero mientras espero que las hojas verdes de mi ingenuidad renazcan, no me acercaré a él. Por sana precaución para mi descanso interior.

Nota: Miguel Simón fue quien me acompañó. Creo que él estaba tan interesado como yo en asistir.