lunes, 28 de agosto de 2023

Descanso en Olvera

Cuando llega agosto suelo tener vacaciones, es una situación que llevo viviendo ya muchos años, prácticamente dos décadas. Así que mis vacaciones, igual que le ocurre a una inmensa mayoría de españoles, son calurosas, pero en mi caso no tanto, porque paso todo lo que puedo a la sombra o al menos cerca del Mediterráneo que tengo la fortuna de que me queda cerquita.

Todo en la vida tiene pros y contras, o al menos es como yo lo veo. Siempre hay un día después de la noche, un yin y un yang, el equilibrio contra la absolutez. No creo que haya nada tan beneficioso que no tenga un envés, nada tan netamente dañino y negativo que no pueda dar como resultado algo provechoso, aunque sólo sea el aprendizaje de no volverlo a hacer.

Pues con ese pensamiento en mente intento convencerme de que tener las vacaciones en el corazón del verano no es lo peor del mundo. Dejando a un lado el calor sofocante, las malditas aglomeraciones, la subida de precios, o el tráfico insoportable y no digamos el aparcamiento, aún todo lo anterior, tiene sus ventajas. La principal ventaja es que trabajar en agosto, cuando todo quisqui está desparramado en la ociosidad, es un horror. Así que por lo menos eso que te ahorras. Luego está que los días son largos y hay muchas maneras de sacarle provecho a las vacaciones. Todo está abierto y casi todo tiene unos horarios amplios. Y que algunas ciudades se quedan desoladas y a ciertas horas, por las carreteras no hay nadie, si se hacen los desplazamientos en según qué horas, puede ser fácil, especialmente si te alejas de la costa.

Nosotros hacemos esto. Cada verano buscamos una escapada, un sitio normalmente de interior donde descansar dentro del descanso. Buscar el refugio de la tranquilidad en medio de la inactividad del verano. Alejarnos del bullicio de las playas atiborradas, abandonar las terrazas con listas de espera para buscar un hotel rural, de montaña, inevitablemente con piscina donde poder descansar en mis vacaciones. Ese lugar últimamente lo estamos encontrando en Olvera, un pueblo de la provincia de Cádiz.

Pudimos hacer un hueco, apenas tres días y dos noches, y allí nos fuimos. Nuestros acompañantes habituales de escapadas veraniegas se apuntaron y así hicimos. Miguel, Sagri, Nicolás, Juani, Daniel, Jaime, Gabriel, Pepi, Sofía, Miguelito y yo. 

Allí tenemos el descanso asegurado, la siesta firmada, el buen yantar adjudicado y las risas y los buenos ratos son de obligado cumplimiento. La cerveza siempre llega bien fría y en el momento deseado y la compañía es inmejorable. Poco más se puede pedir.


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