
La última novela de Arturo Pérez-Reverte, El francotirador paciente, es un thriller algo light, en el que el autor se mancha las manos de spray en el marginal mundo de los grafiteros. La protagonista es una mujer, Lex, especialista en arte urbano y su objetivo es convencer a un grafitero llamado Sniper (francotirador en cristiano) para que le permita publicar sus pintadas en una editorial. Para dar con el escurridizo escritor ilegal de paredes, Lex sigue el rastro de Sniper en las bombardeadas paredes de distintas ciudades europeas: Madrid, Lisboa, Verona, Nápoles... como si de un mapa se tratase.
Durante la búsqueda Pérez-Reverte desarrolla una trama lineal pero ágil, y consigue una de las artes más complicadas y, a la vez, importantes en una novela, acabarla bien. Y Arturo (oh maestro) la acaba bien. También he de decir (siempre en mi opinión) que le ha salido una novela antisistema, algo románticamente rebelde y bastante actual, que va creciendo como obra conforme se avanza en la lectura hasta llegar al final.
Así que, si lo desean, les aconsejo ponerse ropa deportiva, un calzado apropiado y echarse una mochila a la espalda repleta de sprays para acompañar durante unas trescientas páginas a nuestra transgresora protagonista en una de sus noches oscuras de intemperie, para ocultarse en un túnel ferroviario, mientras espera el momento idóneo para saltar una valla con el fin de volcar su rabia sobre níveos muros virginales.
Por favor, no olviden echar en sus mochilas algo que decir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario