En demasiadas ocasiones me desvelo a media noche, por cualquier tontería: un ruido de los niños, una cena copiosa que se repite, o simplemente una vejiga repleta urgiendo un vaciado perentorio. Cualquiera de estas causas son, la mayoría de las veces, suficientes para mantenerme, a la cinco de la mañana, totalmente de lleno en una noche de ojos abiertos.
Doy vueltas y vueltas en la cama como si fuese una croqueta en una sartén. Cierro los ojos y cuento ovejitas, pero de nada me sirve. Lo intento de mil maneras pero no hay nada que hacer. Ya no hay marcha atrás. Estoy despierto y sin posibilidad de escape. Volver a conciliar el sueño es una tarea casi imposible para mí, y cualquier intento es en vano. Así que últimamente he decidido que si no soy capaz de ganar al enemigo, al menos no voy a enfrentarme a él.
Tengo dos opciones pues: una es encender la lámpara de mi mesa de noche, agarrar un libro y leer. Ésta es mi opción favorita, pues a esas horas de la madrugada nada me molesta. No me interrumpe ninguna compañía intentando ahorrarme en la factura de teléfono, todo es silencio y puedo disfrutar tranquilamente de una buena lectura. Teniendo la ventaja de que leyendo suelo tener posibilidades de volver a dormirme, pero, en cambio, tiene el inconveniente de que al encender la luz puedo despertar a mi Pepi.
Por otro lado, mi segunda opción es encender mi ipod touch, colocarme los auriculares y ver un capítulo de Frasier, una de mis series favoritas. En ocasiones dos o tres. Tiene el inconveniente de que, de esta manera, me cuesta más volverme a dormir, mientras que tiene la ventaja de no necesitar encender la luz, así que no arranco a mi Pepi de sus dulces sueños. Pero ocurre que, a veces, sin querer, mientras veo alguna de las hilarantes escenas de Frasier, no puedo evitar que se me escape alguna sonora risa, y entonces, también en esta opción, mi soñolienta Pepi paga los platos rotos de mis largas noches de ojos abiertos.
Lo siento.
Doy vueltas y vueltas en la cama como si fuese una croqueta en una sartén. Cierro los ojos y cuento ovejitas, pero de nada me sirve. Lo intento de mil maneras pero no hay nada que hacer. Ya no hay marcha atrás. Estoy despierto y sin posibilidad de escape. Volver a conciliar el sueño es una tarea casi imposible para mí, y cualquier intento es en vano. Así que últimamente he decidido que si no soy capaz de ganar al enemigo, al menos no voy a enfrentarme a él.
Tengo dos opciones pues: una es encender la lámpara de mi mesa de noche, agarrar un libro y leer. Ésta es mi opción favorita, pues a esas horas de la madrugada nada me molesta. No me interrumpe ninguna compañía intentando ahorrarme en la factura de teléfono, todo es silencio y puedo disfrutar tranquilamente de una buena lectura. Teniendo la ventaja de que leyendo suelo tener posibilidades de volver a dormirme, pero, en cambio, tiene el inconveniente de que al encender la luz puedo despertar a mi Pepi.
Por otro lado, mi segunda opción es encender mi ipod touch, colocarme los auriculares y ver un capítulo de Frasier, una de mis series favoritas. En ocasiones dos o tres. Tiene el inconveniente de que, de esta manera, me cuesta más volverme a dormir, mientras que tiene la ventaja de no necesitar encender la luz, así que no arranco a mi Pepi de sus dulces sueños. Pero ocurre que, a veces, sin querer, mientras veo alguna de las hilarantes escenas de Frasier, no puedo evitar que se me escape alguna sonora risa, y entonces, también en esta opción, mi soñolienta Pepi paga los platos rotos de mis largas noches de ojos abiertos.Lo siento.
No pasa nada, sé que siempre lo haces con las mejores intenciones. Según el día, hay veces que ni siquiera me molesta la luz para dormir. Un beso
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