Iniciamos nuestro verdadero primer día de turistas por Rotterdam bien temprano y lo primero que hicimos fue salir a desayunar. Fuimos a un establecimiento junto al hotel, donde nos tomamos nuestros primeros desayunos típicos holandeses del viaje.
Al final de la calle admiramos los contrastes entre la vieja San Laurents Kerk y el futurista edificio de la biblioteca, al que encontramos evidentes parecidos con el parisino edificio del Centro George Pompidou, justo en frente está la modernísima estación Blaak, en forma de platillo volante, junto a las famosas e increíbles casas cúbicas, de cuyos interiores caprichosos y originales tomamos nota en una visita.
Siguiendo el gran canal abajo, hasta llegar al estilizado y nuevo símbolo de la ciudad, el Erasmusbrug (puente de Erasmus) desde donde cogimos un barco que nos llevó a visitar el inmenso Europoort (puerto de Rotterdam), que es aún hoy día el más grande de Europa.
Después de un fresquito circuito en barco, de camino de vuelta al hotel, paramos a almorzar en un animado restaurante marroquí (Bazar), donde por primera vez me tomé una cerveza Heineken especial que servían a 0ºC. Con ese almuerzo nos despedimos de Rotterdam y cogimos un tren que nos llevaba a Amsterdam.
Después de la suculenta cena, dando un largo rodeo de vuelta a nuestro céntrico hotel, visitamos el picante barrio rojo, bullicioso a cualquier hora y siempre envuelto en olor a marihuana. Tomamos un helado paseando por el Damrak, y así terminó nuestro primer día juntos en la ciudad más liberal que jamás conocimos. Llevándonos una idea muy general de la Amsterdam que nos quedaba por descubrir.
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