martes, 29 de abril de 2014

Antología poética - Eliseo Diego

Eliseo Diego tenía una poesía enraizada en lo cotidiano. Amante de las pequeñas cosas y de los paseos diarios, el poeta cubano desplegaba su sencillez en pequeños versos, donde su amor por lo cercano y natural asomaba por la ventada de sus poemas. Creo que no inventaría mucho si imagino que Eliseo Diego debía ser un hombre apacible y familiar, al menos ese es el carácter que me he ido leyendo entre sus verbos. 

Hay entre las páginas de este libro frases contundentes y absolutas, casi existenciales (Leer es como vivir: corre uno el peligro de llegar al fin y no enterarse) pero sin embargo podría decirse que su poesía está anclada en la realidad sin disfraces: en una casa abandonada, en los andares de un niño, o el nombre de las cosas. Pero sus poemas, sus versos, sus palabras, en definitiva, dibujan bastante bien cuando hablan de sinceridades pero, además, saben sonreír con soltura cuando se trata de excentricidades. No sé si me explico.

Quizás unos ejemplos expliquen adecuadamente todo lo que yo no.

Fantasmagorías

Desde muy joven -lo confieso- me han gustado los fantasmas.
Me apasionaban las historias de sus desventuras.

Hoy - lo confieso-, aproximándose la hora de convertirme en uno,
ya no me gustan tanto.


La página en blanco

Me da terror este papel en blanco
tendido frente a mí como el vacío
por el que iré bajando línea a línea
descolgándome a pulso pozo adentro
sin saber dónde voy ni cómo subo
trepando atrás palabra tras palabra
que apenas sé qué son sino son sólo
fragmentos de mí mismo mal atados
para bajar a tientas por la sima
que es el papel en blanco de aquí afuera
poco a poco tornándose otra cosa
mientras más crece la presencia oscura
de estas líneas si frágiles tan mías
que robándole el ser en mí lo vuelven
y la transformación en acabándose
no es ya el papel ni yo el que he sido.

     Eliseo Diego

lunes, 28 de abril de 2014

Una Alhambra Negra

Disfrutaba de un tapeo en una de esas típicas tascas del centro de Granada, y como segunda cerveza de la noche, después de tomarme la cerveza que presenté el mes pasado, para variar, decidí tomar una cerveza Alhambra Negra, que probablemente es bastante sencilla de encontrar en Granada pero que yo no había tenido la oportunidad no sólo de catar en mi localidad, sino que ni siquiera sabía que existía.

La pedí y la tomé con curiosidad. A pesar de la escasa luz que había en la esquina donde yo había acodado mi posición, me pareció algo rojiza entre su negro azabache. La espuma no era muy abundante ni consistente, de un color pardo algo extraño, menuda y porosa. El primer sorbo, que siempre es el más importante, me pareció dulzón y bastante plano de sabor, con poco fondo, pero sin embargo era agradable. Mi consideración hacia la cerveza fue creciendo con cada sorbo. El tostado es  ligero y se nota la graduación de alcohol, sólo un 5,4%.

A pesar de que no soy un gran amante de las cervezas negras, reconozco que ésta me sorprendió, es de las cervezas negras que he probado la que más se acerca a las rubias, por eso supongo que a los amantes de las cervezas negras, tipo Guinness, no les entusiasmará, pero a mí, que me gustan todos los palos -evidentemente unos más que otros- me pareció una alternativa bastante solvente como cerveza negra.

  

domingo, 27 de abril de 2014

Mad Men. Temporada 1

Una de las ventajas de ir a destiempo es que tienes cierta perspectiva a la hora de tomar decisiones, y cuando decides sobre algún asunto, esa cierta perspectiva, normalmente, te permite acertar más en las elecciones.

Cuando mi santa y yo decidimos, hace cosa de un mes, comenzar a ver la serie norteamericana Mad Men, estábamos apostando sobre seguro. Mad Men se estrenó en norteamérica en 2007 y hasta la fecha había ganado multitud de premios, entre ellos todos los más prestigiosos que una serie televisiva puede lograr. Por poner un ejemplo, ganó el Emmy a mejor serie dramática cuatro años consecutivos con sus cuatro primeras temporadas.

Ayer en casa, casi siete años a destiempo, con las luces apagadas y con una copa de whisky scotch de doce años con hielo abundante en la mano -gracias a la gratitud de mi hermano que me lo regaló- terminamos de ver el último capítulo de la primera temporada y desde hace unos días ya tengo lista la segunda temporada esperando su momento. Ahora mismo creo que están programando en Canal + la séptima temporada, y aunque no creo que alcancemos a ponernos al día -no nos sobra tanto tiempo-, sí creo que la veremos algún día. 

Supongo que muchos de ustedes ya la han visto, y que todo lo que les cuento no es más que una más de mis habituales tonterías, pero bueno, si la han visto les doy mi enhorabuena, pero si no la han visto, ya saben, vayan pensando en introducirse en los 60 americanos.  No se arrepentirán.

viernes, 25 de abril de 2014

Despistes y franquezas - Mario Benedetti

Dijo Mario Benedetti en el prólogo que este libro lo sentía como un signo de libertad creadora, donde rompía sus moldes heredados y que esto fue posible una vez que había asimilado los vaivenes y los desajustes del exilio. También afirmó haberlo escrito disfrutando más que ningún otro de sus libros.

Cuando uno lee Despistes y Franquezas comprende inmediatamente lo que Benedetti quería decir en el prólogo. Le salió un libro que era algo así como un conglomerado compacto a la vez que moldeable, donde había colocado relatos, poemas, pequeños episodios biográficos, algunas bromas y alguna tristeza, pero en general un cajón desastre donde todo ha tenido su espacio para coexistir. Uno de esos libros que solo te dejan publicar -supongo- cuando ya se tiene cierto caché y prestigio a las espaldas.

Decía Benedetti que ese espacio en el que todo tenía cabida le había liberado, le había permitido desplegarse según el apetito de su imaginación, y que así fue escribiendo según le fuese saliendo, sin cortapisas ni límites, salvo el que él se marcara -si es que se los marcaba-.

Éste es por tanto un libro de madurez, donde se nota que la libertad imaginativa despliega su bandera en cada página, y también es un libro donde quizás disfrutamos del Benedetti más dicharachero, incluso humorístico y es que hay unos cuantos relatos que me hicieron reír a carcajadas.

He buscado por la red si sería posible encontrar alguno de estos relatos y encontré Truth on the rocks, que es, en mi opinión, uno de los mejores. Les enlazo el archivo, que se puede leer online y que no tiene desperdicio. Viene en dos idiomas, y aunque el título está en inglés no viene en la lengua de Shakespeare. Una de las lenguas no la reconozco (parece ser húngaro, polaco, checo o algo así, pero no me hagan caso) y el otro es la lengua que tan bien dominaba Don Mario.

Disfrútenlo: Truth on the rocks

jueves, 24 de abril de 2014

Before midnight

A mediados de los noventas (1995), en una calurosa tarde de verano me enamoré de una película nada ambiciosa, con grandes, grandísimos diálogos entre una distraída pareja que acababan de conocerse, y que acabaron por enamorarse. La fotografía, el guión y la interpretación -amén de la dirección- fueron sus mejores bazas.

Aquella película deambulaba por las románticas calles Viena, sus terrazas, sus parques, y sus amados y bellos amaneceres eran el escenario perfecto que hacía las veces de tramoya en el teatro de sus vidas. La pareja protagonista, y casi únicos actores eran Ethan Hawke y July Delpy y la película, como ya habrán adivinado, era Antes del amanecer.

Nueve años más tarde (2004), el mismo director y los mismos protagonistas se unieron para pasear su historia romántica por París. El guión me pareció un buen afluente de aquel río, los diálogos siguieron siendo frescos y la pareja tenía más química que Marie Curie en su vetusto almacén. A esta segunda entrega la titularon sin martillearse mucho la cabeza Antes del atardecer.

Este año han presentado su última entrega, Antes del anochecer -siguen siendo originales con los títulos- y aunque en esta ocasión la vi en versión original, Before midnight, y algo pierdo en la traducción que realiza mi desmadejada cabeza, les aseguro que la película no sólo no desmereció a sus dos predecesoras, sino que está al menos a la misma altura. Les recomiendo encarecidamente que "pierdan" una hora y media de sus vidas disfrutando con las pequeñas diferencias que nos hacen a nosotros, los hombres, tan distintos de vosotras, las mujeres. Una diferencia que no hace otra cosa que unirnos, como quiera que eso se consiga. Vean la película.

Pd: La música se mete en la cabeza y cuesta sacarla. ¡Es preciosa!

lunes, 21 de abril de 2014

Lavando con Austen

Este pasado sábado fui con mi santa y los niños a una finca que alquilamos entre varios amigos para que los pequeñajos de todos pudiesen disfrutar juntos de un día de campo. Una piscina y una amplia zona al aire libre completaban la finca para que los mininos desfogaran adrenalina a espuertas. Los padres también disfrutamos de nuestra buena cuota de placer. Pasamos la tarde con cervezas frescas en las manos y muchas risas junto a una barbacoa dando brasa a carne en la parrilla. Jalando a dos manos, vamos. Un buen plan.

El único pero -por poner un pero- es que hizo bastante viento y el coche, al terminar, estaba harinado completamente; bueno en realidad el coche y todos los que allí estuvimos, especialmente los niños, que no pararon de corretear de un lado para el otro en todo el día.

A la mañana siguiente salí con el coche a comprar pan y unos churros con chocolate, y mientras me tomaba el café esperando los churros en la cafetería, cayeron cuatro gotas desde un cielo cerrado y ceniciento, que fueron suficiente para poner el coche hecho un primor. Al volver lo dejé en el garaje que daba asco verlo.

Después del desayuno intenté leer un libro que tengo que leer para el curso que estoy recibiendo de inglés. Digo intenté porque con los niños en casa es prácticamente imposible concentrarse en hacer nada. Cuando no es por una cosa es por otra. El caso es que siempre tengo a uno de los dos a mi alrededor intentando llamarme la atención para jugar o para quejarse del otro, de manera que no tuve más remedio que desistir del intento de leer.

Entonces mi mujer me apuntó que estaba lloviendo de lo lindo, me asomé a la ventana y mientras observaba el agua lavando las calles se me ocurrió una idea... minutos más tarde estaba yo tranquila y plácidamente sentado leyendo el libro de Jane Austen con vistas al Mediterráneo, dentro del coche, mientras aquella lluvia salvadora me lavaba el coche gratuitamente.

El lavado duró tres capítulos de Orgullo y prejuicio, perdón, de Pride and prejudice.

sábado, 19 de abril de 2014

Mujeres de Coque Malla

En el menú de la guía del Canal + había un programa musical que duraba aproximadamente una hora titulado Mujeres de Coque Malla. No había escuchado nada del proyecto hasta ese momento, pero leí por encima de qué trataba y pensé que podría estar interesante y lo grabé.

Días más tarde me quedé solo en casa y suelo aprovechar estas ocasiones para leer o para escuchar música y entonces me acordé del programa. Me preparé una copa,  ahuequé algunos cojines, apagué las luces, subí el volumen de la tele, estiré las piernas y pulsé play. Al terminar -se me pasó volando-, a pesar de que ando escaso de espacio en el disco duro del iplus, decidí mantenerlo. Esta canción a dúo con Amparo Valle es una arriesgada apuesta que aplaudo desde este humilde rincón.

Se nota cuando las cosas se hacen con buen gusto.

Como no está permitido insertar el vídeo, os pongo un enlace para que no os perdáis por el camino.

jueves, 17 de abril de 2014

Lo que no quiero hacer

Muchas veces en la vida uno ha de elegir entre varias opciones, entre varias proposiciones, y es posible que sea libre para elegir la opción que más le apetezca, lo cual, por cierto, no ocurre muchas veces. Así visto parece simple, elegir lo que uno prefiera, pero les aseguro que no siempre es sencillo, porque por lo menos en mi caso, uno no tiene claro en todo momento lo que desea hacer, y aunque la elección la tomemos libremente y sin tener en cuenta la opinión de los demás, no siempre estamos seguros de nuestra elección. De hecho, una de las preguntas que me hago a menudo es: ¿tiene todo el mundo claro siempre lo que prefiere? Es posible que existan personas que sí, que más o menos tienen bastante claro todo lo que pretenden, y que sean incluso rápidos y diligentes a la hora de tomar las decisiones. Pero no es mi caso, aunque reconozco que en ocasiones he conseguido adoptar una cierta seguridad a la hora de tomar decisiones, en realidad lo hago como una salida transversal, algo así como una pose, una deliberada manera de hacerme sentir seguro, pues he comprendido que hay elecciones tras las que nunca quedaré satisfecho. Me cuesta tanto saber verdaderamente lo que prefiero que al final no quedo seguro de haber tomado mi elección preferida. De manera que aunque mi decisión haya parecido en primer instante ser tomada con una evidente firmeza, en realidad, no estoy del todo seguro.

No es algo que me venga de ahora, no, es algo casi innato en mí. Desde mi tierna juventud a la hora de tomar decisiones sobre lo que quería o no quería hacer, elegía lo que fuese, lo que menos me disgustase, lo que me causara menos  molestia con tal de no permitir que otros decidieran por mí. Es así de absurdo y contundente. Prefiero equivocarme yo a que otros acierten por mí. ¿Es jodido, verdad? Evidentemente debido a semejante sistema aleatorio y sin sentido, me he dado muchos cabezazos en la vida, aunque, bien mirado, no me ha ido tan mal como podría parecer y es que la toma de decisiones sobre lo que uno prefiere o no, no deja de ser algo aleatorio.

Cuando me di cuenta y comprendí que yo prefería tomar decisiones equivocadas antes que aceptar que otro tomara decisiones por mí, aunque yo supiera de antemano que tal vez eran más lógicas y más de mi agrado que mis propias elecciones, ya era demasiado tarde para cambiar. El veneno de mi irreverente forma de tomar decisiones ya llevaba el camino cuesta abajo, o mejor, cuesta arriba.

Sin embargo sí hay algo que ilumina mis decisiones de una manera absoluta, y que me es mucho mas fácil saber, y es que sí sé lo que no quiero hacer.  Una frase que aparece en la maravillosa película de La gran belleza lo sintetiza perfectamente:  

"El descubrimiento más importante que hice poco después de haber cumplido los 65 años fue que no podía perder el tiempo haciendo cosas que no quiero hacer".

Al menos, me digo, no he necesitado llegar a los 65 años para tenerlo claro.

martes, 15 de abril de 2014

Adiós a las novias - Soledad Puértolas

En diciembre compré tres libros a través de Internet, uno de ellos era un libro de cuentos de Soledad Puértolas, Adiós a las novias. Como ya he contado antes en este blog me gusta saltear novelas y cuentos, y por eso siempre intento tener algún libro de cuentos a mano. Mi sorpresa fue que cuando recibí el libro, al abrirlo para ver la edición, me encontré que el libro era una primera edición en perfecto estado (así es como venía indicado en la descripción de la venta), pero es que además el libro venía dedicado por la autora. ¡Vaya sorpresa! ¡Un libro dedicado por la académica de la RAE!

La dedicatoria no la he terminado de entender completamente, de manera que coloco una foto de lo escrito, por si alguien, que sea mejor calígrafo que yo, es capaz de descifrar el texto completo. Yo hasta donde he podido entender dice así:


Para Blanca,
estos relatos que no son
despedidas
todo lo contrario
Un abrazo,

Soledad
...



Ya ven que la última parte es la que no entiendo. Lo más aproximado que imagino que pueden significar las últimas palabras es: "Puértolas, Navidad de 03", pero no lo veo nada claro. En cualquier caso el libro ha pasado a ser una de las joyas de mi biblioteca, y no sólo por la firma de la autora, sino porque algunos de los relatos que en él están incluidos me han encantado. Ya estoy deseando hacerme con otro de sus libros de relatos.

Si algunos de mis aplicados y escasos lectores es capaz de ayudarme con la dedicatoria de la autora zaragozana, se lo agradecería, aunque fuese virtualmente.

Pueden clickar sobre la foto de la dedicatoria si desean verla en mayor tamaño.

domingo, 13 de abril de 2014

Una mañana

Despertó de la manera más perezosa que pudo. Apenas entreabría los párpados, una claridad matutina se filtraba dañinamente por las cortinas, pero era su día de descanso y no tenía nada previsto por hacer, salvo los más de trescientos kilómetros que lo separaban de una pequeña buhardilla que recientemente había alquilado.

Apenas reconocía aquella habitación. No había prestado la más mínima atención cuando entró, la urgencia del deseo los arrojó a la recepción del primer hotel decente que encontraron. La habitación era el destino final de un número de tres cifras en el llavero que un distraído recepcionista les había entregado.

Se sentó al borde de la cama y buscó en la mesa de noche el reloj, en el preciso momento en el que escuchó la cisterna del baño. Soltó el reloj y se recostó bocabajo de nuevo. Ella salió silenciosa y se sentó de espaldas a él. La silueta de su figura entrecortaba los intermitentes haces de luces que escapaban por entre las cortinas. No sabía su edad, pero imaginaba que sería algo mayor que él. Siempre se había sentido atraído por mujeres más jóvenes que él, pero esta vez fue diferente. Esta vez no había buscado tanto compañía como una diversión. No quería complicaciones ni efectos secundarios.

Se conocieron como se conocen todas las parejas, por casualidades. Ella tenía que tapizar un sofá y una compañera de trabajo le había hablado de él. Le dio su teléfono y unas cuantas llamadas más tarde se estaban devorando el uno al otro. Ella llevaba alianza pero él sólo llevaba tonteando un tiempo con la camarera del bar en el que solía desayunar.

Aprovecharon un viaje de negocios de ella para derretir su historia de pasión. Él sabía que no duraría mucho más. Ella también lo sospechaba. Reservaron aquella mañana para pasear el final de su historia. Una historia que les había durado dos sofás, siete hoteles, cuatro tardes, cinco noches y una mañana. Aquélla.


viernes, 11 de abril de 2014

Arte callejero 25

Estas últimas semanas hemos pasado una mala racha en casa. Primero fui yo con una fiebre que me golpeó en el pecho y la garganta de mala manera, luego le tocó a mi santa, la misma fiebre, sólo que a ella se le presentó aún con más placas de pus en la garganta y también la dejó con un mal cuerpo tremendo. A los pocos días fue el chico de la casa, Miguelito, que comenzó con dolor de barriga y siguió con vómitos. Hoy,  la que está siendo atacada por fuerzas desconocidas es Sofía, que ha tenido los mismos síntomas que Miguel, durante la noche comenzó con dolor de barriga y seguidamente vómitos. La pobre ha echado todo lo que tenía y un poco más.

Por eso hoy me he acordado de una pintada que una vez me encontré por la red, y como en este blog, de vez en cuando me gusta colgar una pintada callejera, más que nada para sacar a este blog a la calle, ¿o sería mejor decir incluir las calles en este blog? En cualquier caso, la pintada me parece oportuna.



miércoles, 9 de abril de 2014

Historias de Nueva York - Stephen Crane

A Stephen Crane le unía "una cálida y eterna amistad" con Conrad y Hemingway lo consideraba "un autor fundamental", basta con esto para sentir unas tremendas ganas de leer a Stephen Crane, pero si además el libro cuenta once historias sobre el Nueva York de 1900, poco más queda que añadir.

El libro lo encontré en la biblioteca, entre las miles de novelas que allí se encuentran, pero andaba con ganas de cuentos o de relatos o, a lo sumo, de una novela corta -entre otras cosas porque no tengo tiempo para mucho más- y me crucé con este autor desconocido para mí. El prólogo era de Juan Bonilla y conforme iba leyéndolo tuve claro que me lo llevaría. La edición cuidada y manejable de El olivo azul también ayudó.

Las historias tratan de atrapar el alma de la ciudad, más que de los personajes, son breves, y hoy día son un documento histórico sin igual, pues Stephen Crane era un enamorado de la realidad y más concretamente de la realidad de Nueva York. Hacía gala de narrar sólo lo que había sucedido, y lo trascendente en su escritura no es tanto lo que cuenta sino todo lo que rodea a aquello que cuenta. Crane se ocupó de aquello a lo que nadie antes había dado importancia. Enfocó más en los comportamientos humanos que en las personas. Procuró encontrar el espíritu de una época a través de las vivencias de sus personajes.

lunes, 7 de abril de 2014

Marilyn Monroe 16

Abril puede ser el mes donde la primavera se hace más evidente. Las flores pregonan sus colores y sus olores con orgullo, los pájaros revolotean agitadamente en su ritual de cortejo y las mañanas comienzan a suavizar sus temperaturas con delicadeza. A media mañana las terrazas parecen púlpitos de ofrendas, donde las mujeres muestran el blanquecino y apagado color de su piel, reservado durante el invierno, y ahora comienza a adquirir, primorosamente, un sonrojo que inaugurará una nueva temporada. Bien pensando abril es un mes tremendamente bello.

Marilyn Monroe sabía aprovechar bien la belleza de la naturaleza.




domingo, 6 de abril de 2014

Una docena

Es domingo y hace una mañana luminosa y absolutamente cautivadora. Un día perfecto para pasear la sonrisa junto al mar, y más tarde, cuando el apetito ya pellizque, refrescar el gaznate con una buena jarra rebosante de cerveza fresca en la terraza de un ristorante italiano, junto a una mesa con mantel rojo a cuadros.

Tal día como hoy, hace doce años, llovía -¡vaya si llovía!-, esa noche los truenos mantenían mis ojos abiertos y la cabeza preocupada. Llovía de lo lindo y yo había lavado el coche de mi padre el día anterior con tanto esmero como creo que no lo había hecho nunca. No desayuné apenas, no tenía apetito. Leí la prensa, escuché algo de música, fui de aquí para allá, más impaciente que nervioso, y me di un baño largo. Me afeité con exagerado cuidado y me puse el traje. Como seguía lloviendo, y ya había decidido ir a la iglesia andando, mi madre se agarró a mi brazo y salimos a la calle bajo un inmenso paraguas blanco. A pesar de la lluvia manteníamos la sonrisa. Íbamos camino de mi boda.


viernes, 4 de abril de 2014

Zigzagueando todo el día

Desperté preguntándole a mi mujer sobre la evolución del dolor de garganta que la mantiene extrañamente callada. Ya estaba mejorando -me informó- y afortunadamente parecía no estar tan afectada como el día anterior; nada más levantarme me asomé a la ventana preocupado por las desorientantes formas que tienen últimamente las mañanas de presentarse, puede que llueva, puede que no (para mí no es ningún problema, pero cuando tienes que llevar a dos niños andando al colegio, créanme, la cosa cambia). Seguidamente, mientras preparaba el Colacao de los niños, sonó el teléfono: una nueva sobrina acababa de llegar a la vida: Laura. ¡Enhorabuena papis! Desde la noche anterior, cuando la madre rompió a aguas, estábamos trastocando todo lo que mi mujer y yo teníamos planeado para ese día, porque queríamos ir a ver a la nueva renacuaja de la familia y también felicitar a los padres.

En nuestro recién nacido cambio de ideas -nunca mejor dicho- comeríamos cualquier cosa en casa y después de bañar a los niños tiraríamos para Málaga para ofrecerle a Laura la posibilidad de agarrarnos con su delicada manita nuestro inmenso meñique, y una vez en Málaga, también podríamos visitar a otro recién nacido: Gabriel ¡Enhorabuena papis! también a vosotros por lo que os correponde (a las mamás siempre algo más que a los papás). Y es que pensábamos conocer a Gabriel el fin de semana pasado, pero yo estaba enfermo en cama, y después lo intentamos el miércoles, es decir, ayer, pero mi santa estaba en cama. Hoy iba a ser el día. Pepi había mejorado y podríamos ir aunque ella no se acercase mucho.Todo parecía ir sobre ruedas, pero, inesperadamente, Miguel, nuestro hijo de cinco años, vomitó el Colacao. Nuestras caras mudaron en una palidez seca. No pasa nada -nos dijimos- algunas veces ocurre y no es síntoma de nada más. Además él se sentía con ganas de ir al colegio, de manera que si tiene ganas, pa'lante.

La nueva distribución del día había cambiado completamente debido a lo que podríamos llamar El efecto Laura. Anulamos algunas actividades de los niños para esa misma tarde, mis clases de inglés, el partido de pádel (total, todo indicaba que iba a estar lloviendo). Y nos sentíamos satisfechos por lo bien que habíamos organizado todo para poder escaparnos por la tarde para conocer a Laura y Gabriel.

Una llamada del colegio a media mañana retorció y resquebrajó todos nuestros planes. Miguel estaba malo, vomitando y con un fuerte dolor de barriga. Consecuencia: no podríamos ir a Málaga a conocer a los bebés y también, por contra, yo podría asistir a inglés y también al pádel. Mi hija a sus clases pero Miguelito no, evidentemente.

De manera que me tomé el almuerzo con más calma. Ya no había tanta prisa ni tantas urgencias para salir corriendo. Llevaría a Sofía a pádel y después tiraría para el inglés y seguidamente a mi partido de pádel. Pero, para rizar el rizo, se puso a llover, por lo que todavía me tendría que dar menos prisa, porque ya no tendría que llevar a Sofía al pádel, cuando en ese justo momento dejó de llover. ¿Qué hacer?, ¿volverá a llover o no?

Mientras Miguel seguía devolviendo todo lo que entraba en su boca, aunque fuese un simple sorbo de agua. Seguía sin llover. Así que corre que te pillo para el pádel de Sofía. A las clases sólo acudieron tres alumnos, y los dos profesores, claro. Resultó ser una de las mejores y más divertidas clases de su vida. ¡Qué feliz estaba! Al mismo tiempo Miguel seguía empeorando, cada vez más lacio y pálido. Mi mujer me llamó al teléfono: debemos llevarlo a urgencias.

Nuevo cambio de planes. Ahora tendría que dejar de ir a inglés por esa tarde, de manera que informé por whatsapp a los compañeros porque probablemente no me iba a dar tiempo de regresar a la hora. En ese justo momento comenzó a llover. Tendría entonces que descartar el pádel. Ya empezaba a estar harto, llevaba toda la tarde que si sí, que si no, que si voy, que si no voy. ¡Cielos!

A Miguel le pusieron una inyección para cortarle los vómitos y le mandaron un suero para comenzar a ingerir. No hicimos cola ni en urgencias ni en la farmacia, y encontrar aparcamiento fue sorprendentemente fácil y cercano. Todo fue como la seda. Visto y no visto. Sofía merendó en el coche y volvimos a casa con tiempo suficiente como para que yo pudiese asistir a las clases de inglés. A esas clases de inglés de las que me había pasado todo el día ausentándome sin conseguirlo.

Al final asistí, pero hasta que no me vi sentado en la silla en el interior del aula, pensé que algo iba a ocurrir, cualquier cosa, lo que fuese. Estaba tan acostumbrado a zigzaguear durante toda el día, que me vi conduciendo con el volante agarrado con las dos manos esperando que cualquier inoportuno contratiempo pudiera suceder.

martes, 1 de abril de 2014

Redespertando sensaciones

Cuando uno comienza a soltar las amarras de un molesto contratiempo de salud, un catarro mal tratado, o una gripe inoportuna y siente que inicia ese proceso de recuperación del fastidioso estado de las convalecencias, en ese momento, casi paralelamente, comienza a sentir una positiva energía vital, algo así como un renacer de sensaciones que últimamente se habían visto afectadas. Recuperar las ganas por volver a hacer lo que a uno le gusta, pero que en ese fatigoso infraestado de deterioro se veía imposibilitado para llevarlo a cabo, es una sensación placentera que, aunque no compensa completamente lo sufrido, al menos sí que recompensa en parte algo del oscuro e incómodo encierro.

He vivido este redespertar de sensaciones como un nuevo aprendizaje, lo he observado con minuciosidad y satisfacción. Lo he hecho, primero, porque eran las evidencias iniciales de mi recuperación, y segundo porque uno no tiene siempre la posibilidad de disfrutar de cosas tan simples como respirar hondo, recuperar el apetito, el equilibrio o simplemente recrearse al beber un vaso de agua. Es un proceso de beneficio personal difícilmente comparable, casi único.

Soy consciente que todo lo escrito aquí puede sonar simple y hasta infantil, es cierto, lo sé, puede que sí, pero ¿qué mas da? Es así como lo he sentido. No quisiera ni imaginar lo que tiene que sentir una persona que vive la muerte de cerca debido a una enfermedad como un cáncer o un infarto y consiga afortunadamente superarla. La superación de una enfermedad que te puede tumbar y llevar por delante debe cambiar radicalmente la vida de una persona. Me refiero a que desde ese momento, inevitablemente, debe ver las cosas de otra manera. No sé si mejor o peor, pero diferente.