domingo, 29 de agosto de 2010

Toros, peces, mariscos y gallos

El cuarto día en Lisboa lo dejamos para rematar las cosas que no habíamos visitado en los días anteriores. Nuestro primer destino era llegar hasta Campo Pequeno, para ello fuimos a pie atravesando la Praça do Duque de Saldanha y a lo largo de la Avenida de la República. En el trayecto nos encontramos con bonitas fachadas inspiradas en arquitectura Art Nouveau. Una vez que rodeamos la Plaza de Toros, admirados por la estructura circular en ladrillo rojo, nos sumergimos en la estación de metro que hay justo debajo de la plaza.

Nuestro siguiente objetivo era la Estación de Oriente, que es la parada obligatoria para visitar la Sede de la Exposición Universal de 1998. La estación es una estilizada y novedosa estación diseñada por el arquitecto español Santiago Calatrava para la inauguración de la Exposición. Entre la estación y el Parque de las Naciones se encuentra el Centro Comercial Vasco da Gama, que es una lógica continuación arquitectónica entre ambas instalaciones.

Lo primero que encontramos al entrar en el Parque de las Naciones desde el Centro Vasco da Gama es una escultura de grandes dimensiones del escultor portugués Jorge Vieira, que representa al Hombre-Sol, justo delante del Pabellón Atlántico, que es el pabellón de mayor tamaño de Portugal, aunque no pudimos dar fe de ello pues no podía visitarse porque sólo se utiliza para importantes espectáculos variados, pero, por otro lado, sí pudimos visitar el Oceanário de Lisboa, que es un enorme edificio -el segundo más grande de Europa-, cuya principal atracción es un gran tanque central donde coexisten gran cantidad de especies marinas. La primera impresión al estar delante del tanque es sentirse invadido por una serena quietud, una descansada tranquilidad de ver como los peces van y vienen contagiando su plena armonía marina. Uno siente querencia por sentarse delante de tan magno espectáculo e inundar su mente con los hipnóticos recorridos de los peces dentro del tanque.

A la salida del Oceanário nos montamos en el teleférico, que a Pepi no le hizo mucha gracia, y recorrimos, colgados en la cabina, la distancia desde el Oceanário hasta la Torre Vasco da Gama, que estaba en obras y no pudimos visitar. Después de tan calurosa experiencia, pues dentro de las cabinas apenas existía ventilación, volvimos al metro hacia la estación más cercana a la parte alta del Parque Eduardo VII. Bajo un sol acuciante y amenazador conseguimos llegar junto a la gigantesca bandera portuguesa en lo más alto del Parque. Desde allí hay una fenomenal vista del parque, la Avenida Liberdade y del centro de Lisboa, como una panorámica general del río Tajo.

Tanto caminar nos abrió el apetito y nos secó el gaznate, pero a estas alturas todos debéis saber que Pepi y yo sabemos como aliviarlos, así que, poco después, y sin pensarlo mucho, estábamos sentados delante de una suculenta mariscada. Puedo asegurar que no pudimos con todo, pero que con casi todo sí que pudimos. Dos horas después salimos por la puerta del restaurante literalmente doblados y aboyados de tan tremenda comilona. Decidimos que la mejor manera de reposar la mariscada era caminar un rato, pero el Lorenzo sobre nuestras cabezas tornó el pasear por un viaje en metro y una subida en funicular hasta el Mirador de San Pedro de Alcántara -en el Barrio Alto-, y es que lo que no alivia una buena caminata lo consigue una buena sentada y algo más de tiempo. De manera que, con excelentes vistas a la ciudad, y con la precaución de encontrar un banco favorecido por una generosa sombra, fuimos pasando la tarde mientras estudiábamos el mapa y decidíamos por qué callejuelas bajaríamos hasta llegar a la Plaça da Figueiras, intentando no perdernos la Igleisa de Sao Roque, las típicas fachadas da Rua da Trindade, el Teatro Trindade, la Cervejaria da Trindade, sin olvidar la Praça Luis de Camoes, para volver a pasar frente a la estatua de Pessoa en la cafetería A Brasileira. Continuamos, siempre hacia abajo, por Rua Garret primero y por Rua do Carmo después para una vez en la Praça da Figueira coger un típico tranvía que nos hiciera el recorrido hasta el Castelo Sao Jorge para, sin bajarnos, volver a la misma Plaza.

Desde ese momento, subimos y bajamos la gran mayoría de las calles principales de la Baixa que bajan hasta la Plaza del Comercio, asomándonos a las tiendas de souvenir, buscando algún pequeño recuerdo que llevarnos para España, callejeando de manera desordenada, esperando que la noche lisboeta nos empujara hacia nuestro hotel donde echamos el cerrojo a tan aprovechado día.

viernes, 27 de agosto de 2010

Los Alrededores de Lisboa

Para nuestro tercer día en Portugal habíamos contratado una excursión que nos obligó a madrugar, pues vendrían a recogernos al hotel a las nueve de la mañana. Así que nos despertamos temprano para aprovechar el estupendo desayuno bufé que teníamos incluido en el precio de la habitación.

Nuestro primer destino fue Sintra, ciudad declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y el primer palacio que visitamos fue el que está situado en el mismo centro de la ciudad, el Palácio da Vila (Palacio Nacional de Sintra ), cuyo principal rasgo característico son sus dos monumentales chimeneas cónicas de la cocina. Interiormente es un Palacio bien conservado, con muchas estancias bien decoradas. Me gustó bastante la Sala de los escudos, bien decorada con su típica cerámica portuguesa. Una vez terminada la visita, muy bien explicada por nuestra documentada guía, tuvimos una media hora de esparcimiento para pasear por el centro de Sintra. Es una ciudad bastante pequeña y sus calles se recorren en pocos minutos, así que aprovechamos para hacer una parada y tomarnos unos pasteles típicos de Sintra, que son unos pequeños pasteles de queso.

Seguidamente nos dirigimos al Palácio Nacional da Pena (Palacio Nacional de la Peña), que también es Patrimonio de la Humanidad. Este palacio fue reconstruido sobre un antiguo monasterio por Fernando II de Portugal. El Palacio es una mezcla de estilos totalmente intencionada, muy usual en la mentalidad romántica del siglo XIX, tan enamorada de lo exótico. Desde el palacio se puede obtener vistas del Castelo dos Mouros (Castillo de los Moros), aunque nosotros no las tuvimos debido a una intensa neblina que nos envolvió toda la mañana. Tan interesante como el Palacio exteriormente es también interiormente, muy adornado, con gran cantidad de detalles, azulejos, salas orientales, árabes... Todo el palacio está asentado sobre un pico de peñascos, en medio de un gran bosque frondoso de abundante vegetación, por lo que cogimos un autobús para subir a todo lo alto.

Seguimos en busca del punto continental más occidental de Europa, el Cabo da Roca (Cabo de la Roca), situado en el parque natural de Sintra-Cascais, a unos 18 Km de Sintra. El poeta Luis de Camoes lo nombró como el lugar donde la tierra acaba y el mar comienza. Es un paisaje grandioso, donde uno se coloca mirando al océano Atlántico y puede sentir, en ese instante, la sensación de tener a toda Europa y Asia a sus espaldas. Valió la pena ir a visitarlo. No faltó el grupo de japoneses en chanclas, cámara en mano, acercándose tanto al acantilado para hacerse una foto que a más de uno se nos heló el cuerpo al ver cómo se juega una la vida por una foto. En fin...

Antes de acercarnos al Cabo da Roca, nos detuvimos en un restaurante que había junto al faro para almorzar. Sólo comentaré de ese almuerzo que todo el rato que me duró la jarra de litro, sí una jarrita de un litro de cerveza Super Bock, tuve presente que al estar situado en la mesa más occidental del restaurante fui durante largo rato el cervecero en acción más occidental de la Europa continental. Ea, ya lo he dicho.

Después de un buen rato haciéndonos fotografías seguimos por el Parque Natural hacia la Boca del Infierno, un espectacular paisaje natural formado por las olas envistiendo sobre el acantilado, aunque, afortunadamente, cuando nosotros la visitamos el océano estaba bastante tranquilo. Seguimos hacia Cascais, parándonos sólo un instante para ver la playa del Guincho, paraíso para windsurfistas por sus constantes fuertes vientos.

En Cascais hicimos un pequeño descanso parando para poder pasear por el centro histórico y admirar los palacetes que abundan por el casco antiguo y por todo su litoral. Tiene una pequeña playa de arena fina junto a un coqueto puerto deportivo. La arquitectura es muy variada, desde pequeños castillitos, a edificios modernos o de estilo colonial. Un pastiche que, en conjunto, quedaba bonito.

Continuamos en nuestra furgoneta turística hacia Estoril, la cual vimos ya sin bajar del vehículo. Rodeamos la rotonda en honor a los padres del Rey de España, cerca de la vivienda donde éste pasó su adolescencia, también pasamos frente el Hotel Palacio de Estoril, que fue nido de espías en plena guerra fría, donde Ian Fleming se inspiró para su afamado personaje de James Bond, así como al conocidísimo Casino de Estoril. Ahí terminó nuestro tour turístico. Nos dejaron en el hotel donde descansamos hasta la hora de cenar, donde fuimos a cenar a un restaurante próximo a nuestro hotel.

miércoles, 25 de agosto de 2010

En Belém

Nuestro segundo día en Lisboa empezó con la expectativa de que llegara nuestra maleta, sobretodo para que Pepi pudiera cambiar de calzado y aliviar así sus machacados pies, pero al comprobar que el tiempo se alargaba y la maleta no llegaba, decidimos ponernos en camino en busca de una zapatería. Encontramos muchas zapaterías en la Avenida da Liberdade pero tardamos en encontrar alguna con precios modestos. Una vez que Pepi encontró uno de su agrado, y salíamos por la puerta de la tienda con los zapatos nuevos puestos, en ese mismo instante, llamaron a mi móvil desde el hotel para decirme que ya habían llegados las maletas. Ains. Unos zapatos que ganó Pepi.

Seguimos camino abajo hacia el final de la lujosa Avenida donde estaba la oficina de Turismo y nos informamos sobre los transportes, horarios y visitas posibles. Desde allí nos dirigimos hasta la Plaza del Comercio para coger el tranvía que nos llevara a Belém.

En Belém se encuentran gran parte de los grandes monumentos "a visitar" de Lisboa. Una visita obligada en Lisboa es el Monasterio de los Jerónimos, unos de los edificios más bellos que jamás he visto. Ejemplo de estilo Manuelino, caracterizado por motivos arquitectónicos del gótico tardío y del renacimiento. Especialmente destacable es la fachada principal, el interior de la iglesia y particularmente bello es su adornadísimo claustro. Una verdadera joya que no se debe pasar por alto cuando se visita esta ciudad.

Dentro de los Jerónimos disfrutamos imaginándonos en otra época en tan nobles interiores, en los años que continuaron a los grandes descubrimientos y el inicio de las rutas oceánicas de la India. Dentro de los Jerónimos se encuentran las tumbas con los restos de Vasco da Gama, Luis de Camoes y desde hace relativamente poco también se encuentra allí los restos de Fernando Pessoa.

Al salir del Monasterio nos detuvimos para admirar su espléndida fachada y notamos que el estómago necesitaba algo de gasolina. No muy lejos nos detuvimos a almorzar en un restaurante con una agradable terraza. De entrada nos pusieron un queso que duró menos que un chupapús en la puerta de un colegio. Pedí un plato de cochinillo que estaba para chuparse los dedos, mientras mi gaznate lo regué con alguna que otra cerveza bien fresquita, pero no tomamos postre porque nos reservamos para tomarlos en la que es, sin duda, la cafetería más popular de Belém.

En la cafetería Pastéis de Belém nos pedimos unos cafelitos y dos pasteis de Belém para cada uno. Aprendí que un galao es un café con leche -más leche que café- servido en vaso y no en taza. Justo como a mí me gusta. A diferencia de los que habíamos probado antes, estos típicos pasteles los sirvieron calientes. Les espolvoreamos canela, azúcar y ñam nam. Umm.

Después de nuestro calórico tentempié continuamos nuestra visita por los monumentos de Belém. Nuestro siguiente destino era el Monumento a los Descubrimientos, un grandioso monumento levantado por Salazar para conmemorar la Era de los Descubrientos. Desde lo más alto del monumento se pudimos disfrutar de increíbles panorámicas de la ribera del Tajo.

Continuamos nuestro camino junto al Tajo hacia la bellísima Torre de Belém, de la que me quedé prendado. Parece verdaderamente imposible que la torre se pudiera haber construido en medio de la desembocadura del Tajo hace ya casi quinientos años. Es difícil estar en la torre sin quedar atrapado por su encanto. No sabría decir cuanto tiempo estuvimos en la torre, pero pasó bastante más de lo que teníamos planeado, pero se nos fue volando, tanto, que ya había cerrado el Museu Nacional dos Coches, y lo tuvimos que dejar para otra ocasión.

Volvimos en el tranvía de vuelta hacia el centro, nos bajamos de nuevo en la Plaza del Comercio y nos dirigimos hacia el Elevador de Santa Justa, donde sufrimos la cola más larga de todo el viaje. Esperamos casi cuarenta minutos para una subida en ascensor de apenas un minuto, pero, afortunadamente, lo mejor del Elevador de Santa Justa no es sólo el elevador físicamente, sino las vistas desde lo alto del Elevador. Es curioso ver desde aquí las mismas vistas de la ciudad que vimos el día anterior desde el Castillo de San Jorge pero justo desde el otro lado.

Al salir del elevador, por el barrio alto, comprobé lo pequeño que es este mundo, y es que, nos encontramos con un antiguo amigo que hacía años que no veía, que ahora vive en Gijón, pero casualidades de la vida, ambos decidimos, junto con nuestras parejas, visitar Lisboa, y ocurrió que en una plaza perdida, detrás de una esquina olvidada, tras una calle sin nombre, cruzamos nuestros caminos. Fue una grata sorpresa.

Después de pasear entre irregulares callejuelas con fachadas azulejadas buscamos un lugar agradable donde comer algo típico para terminar un típico día de turista. Vamos, que comí bacalao, y creo que eso fue lo que me "obligó" a tomarme más de una cerveza.

domingo, 22 de agosto de 2010

La llegada a Lisboa

El pasado martes 17 de agosto mi señora y yo iniciamos nuestro viaje veraniego, en esta ocasión el destino elegido fue Lisboa. Un viaje planeado con bastante antelación, pero al que no hicimos demasiado caso hasta pocas semanas antes de irnos, y es que la rutina diaria nos ha dejado poco tiempo para dedicarle a la preparación del mismo.

Teníamos un vuelo directo desde el aeropuerto de Málaga hasta Lisboa, lo que no sospechábamos es que volaríamos en una avioneta de hélices en lugar de un avión como Dios manda. Veintiuna personas completábamos en total el diminuto aeroplano, incluyendo la tripulación, que consistía básicamente en un piloto y un copiloto, pero tuvieron el detalle de dejarnos en cada asiento una pequeña caja de cartón con víveres para el trayecto, que incluían unos tapones para disminuir el estruendoso ruido del motor.

Pero de todo el vuelo lo peor estaba por venir. Tras un aterrizaje correcto nos dirigimos a la zona habilitada para recoger nuestro equipaje. La cinta transportadora comenzó a funcionar, al instante cayó una maleta -la mía- y la cinta siguió girando un buen rato pero no salió ninguna más. Tan sólo llegó una maleta, el resto de los pasajeros quedaron con cara de tontos esperando su equipaje, y es que parecía increíble que en un vuelo directo y con tan poco aforo, se pudiesen haber perdido las maletas, pero así fue.

Tras un buen rato haciendo cola para reclamar nuestra maleta perdida -la de Pepi- nos aseguraron que nos la enviarían al hotel a la mañana siguiente. Cogimos un taxi y nos fuimos dirección al hotel. El hotel HF Fenix Urban Lisboa está perfectamente situado cerca de una parada de metro próxima a la plaza del Marqués de Pombal. Una zona de la capital lusa principalmente hotelera.

Como habíamos perdido algo de tiempo por la maleta extraviada decidimos desplazarnos en metro al mismo centro para almorzar en un McDonalds que encontramos dentro del centro comercial Armazens Do Chiado -allí me cargué mi primera cerveza Super Bock-. Tras reponer fuerzas y ánimos nos dirigimos algo desorientados hasta la Praça Do Municipio, donde está la Cámara Municipal (Ayuntamiento), pero antes hicimos una pequeña parada para degustar nuestros primeros pasteles lisboetas -Pastéis de Belém-. Allí nos hicimos nuestras primeras fotos en Lisboa. Bien cerca está la Praça do Comércio que es una preciosa plaza situada a la ribera del río Tejo, como dicen los portugueses, o río Tajo para entendernos en cristiano. La Plaza del Comercio es mi plaza favorita de Lisboa. Está abierta hacia el tajo por un lado y el resto de lados está rodeada por magníficos edificios porticados con un Arco -Arco de la Victoria- que sirve de entrada principal hacia la ciudad por la vía Augusta, como así lo imaginó Pessoa en su libro de la ciudad. En el mismo centro de la Plaza está la escultura ecuestre de José I. La plaza está totalmente reconstruida después del catastrófico terremoto que sufrío la ciudad en 1775.

Seguimos descubriendo esta encantadora ciudad camino del Castelo Sao Jorge, deteniéndonos frente a la curiosa fachada de la Casa dos Bicos, donde se supone que se depositarán las cenizas del reciente y tristemente fallecido José Saramago. Seguimos cuesta arriba por el barrio de Alfama hasta la Catedral da Sé, de la que puedo afirmar que disfruté más de su exterior que de su interior. Nuestra próxima parada fue el Mirador de Santa Lucía, desde donde disfrutamos de las fabulosas vistas del Tajo, así como de Alfama y sus laberínticas calles. Seguimos aún más cuesta arriba hasta el Castelo Sao Jorge, desde donde ya sí se podía contemplar quietamente toda la ciudad.

Una vez que intentamos situar el plano de la ciudad en nuestra cabeza desde la estratégica posición del castillo de origen árabe, bajamos por inclinadas cuestas y escalones hasta la Praça da Figueira y seguidamente hasta la Praça Dom Pedro IV, popularmente conocida como Rossio. Ambas plazas son el verdadero centro de la vida lisboeta, siempre abarrotadas de gentío y con un continuo trasiego de vehículos, especialmente llamativos son sus peculiares tranvías.

Tanto subir y bajar escaleras, entre estrechas y angostas callejuelas nos abrió el apetito. Buscamos un lugar donde descansar los pies -especialmente Pepi, cuyo calzado apropiado se quedó en la maleta perdida- pero, sobretodo, donde poder llenar la panza. Nos decidimos por cenar en un típico restaurante del centro, en una agradable terraza, donde puedo asegurar que servían las jarras de cervezas bien frías -me pimplé dos- y el bacalao gratinado bien bueno.

lunes, 16 de agosto de 2010

Una Franziskaner Weissbier Dunkel

Tumbada, o más bien, recostada en el lugar más fresquito de mi frigorífico llevaba desde esta mañana una Franziskaner Weissbier Dunkel de medio litro mirándome con ganas de que le metiera mano, y claro, yo no sé decir que no a semejante bombón muniqués con cuerpo de trigo, sobre todo teniendo en cuenta que no me acercaba a una de ellas desde hacía ya demasiado tiempo.

La Franziskaner es una morena delicada, que hay que saber servir, con mucho cuidado y saber hacer. Primero hay que servir en el vaso dos tercios de la botella, inclinada a 45º aproximadamente para que choque contra el vaso, seguidamente agitar con movimientos rotatorios la botella con el tercio restante y servir con el vaso vertical.

Esta cerveza además debe servirse en vaso alto de medio litro, estrecho por abajo y más ancho por arriba, y si es posible que pierda apertura justo en la boca para que la espuma se mantenga y sea duradera. Si todo se hace bien, sólo cabe disfrutarla.

Pd: lo mejor es que aún conservo varias esperándome en el frigo.

domingo, 15 de agosto de 2010

Envases

Hace ya unos cuantos días me encontré por la red el nuevo diseño de los futuros envases de la Coca-Cola y todas las demás marcas que engloba la compañía. Me parecieron bastantes atractivos a la par que innovadores. Se lo comenté a un par de amigos suponiendo que ya lo habrían visto, pero no. Pasaron otro par de días y lo volví a comentar en otro círculo y tampoco lo habían visto, cuando se lo comenté a la cocacolera de la casa -mi señora- tampoco sabía de lo que hablaba así que... he vuelto a buscarlos pare enseñárselos. Va por ti, mi cielo.








viernes, 13 de agosto de 2010

El postre lo tomamos en...

Otro que acertó claramente con el nombre del establecimiento. ¿Cómo se les ocurren estos nombres?




miércoles, 11 de agosto de 2010

Kagada

Hoy cuelgo una de esas fotos que se encuentra uno por la red que no dejan de ser graciosas, y que tienen su aquel.

Imagino que el propietario de esta empresa, a la hora de poner el nombre a su "corporación" no tenía ni idea de español, y ni falta que le hacía -pensará para sí- y probablemente le importe un pimiento, pero que tenga una cosa clara, con ese nombre que no espere tener un buen cartel en el mercado español.



lunes, 9 de agosto de 2010

Comenzando

Acabo de empezar las vacaciones. Oficiosamente empecé el sábado sobre las una de la tarde, cuando cerramos con gusto la oficina dando una vuelta de cerrojazo con la llave. Ahí empezaron mis vacaciones, pero para mí, en realidad, están a punto de comenzar ahora mismo, dentro de algo más de media hora tendría que ir al estudio para comenzar mi jornada diaria, pero, sin embargo, estoy aquí sentado, dándole a la tecla mientras todos los demás en esta casa están sopa.

Y es que yo soy así, me cuesta despertarme tarde. Hoy, además, para inaugurar la semana y mis vacaciones me he despertado alrededor de las siete y media, y como me he prometido no desaprovechar ni un minuto en este merecido descanso, en lugar de quedarme tumbado, dando vueltas, o leyendo, he decidido ponerme los tenis, ropa de deporte, e irme a andar. Así lo he hecho. Sin pensarlo. A las ocho menos unos pocos minutos, con el ipod agarrado a las orejas, iba dirección al Paseo Marítimo, a paso ligero. He andado en total casi una hora. Me he dado una ducha fría y aquí estoy. Comenzando mis vacaciones.

sábado, 7 de agosto de 2010

Anything else

Anoche volví a ver, años más tarde, una película en versión original en inglés, aunque subtitulada en español. Mi mujer llevaba bastante tiempo sugiriéndome hacerlo, yo, en cambio, intentando esquivar la ocasión.

Me ocurre que no pillo parte de los diálogos, y, en consecuencia, ando toda la película como a remolque, intentando descifrar qué fue lo que quiso decir el actor en la escena anterior. Supongo que es cuestión de práctica, o más bien de oído, y en mi caso, además, puedo añadir mi pobre vocabulario.

Todo empezó cuando yo propuse ver esa película, pero a ella no la entusiasmaba, así que para despertar su interés sugerí verla en inglés. Y ya ven, no fue tan mala idea. Pienso hacerlo más a menudo.

Al menos por una vez los dos nos salimos con la nuestra.

miércoles, 4 de agosto de 2010

Listillo

No sé si han visto el anuncio, pero si no, merece la pena.

martes, 3 de agosto de 2010

Mi voyeuriana mañana

Sorpresas te da la vida. Algunas veces son agradables y otras no tanto. Hoy a mí me ha tocado de las primeras. Me explico.

Estaba yo en el trabajo, delante del monitor, venga meter datos, que si 4,32 que si 7,25 que 23,18 y decido darme un respiro. Cerrar los ojos girar el cuello hacia un lado, muy despacito, luego hacia el otro, estiro los brazos por detrás de la espalda y cuando abro los ojos y miro por la ventana, veo, casi sin querer, cómo se abre una persiana en el edificio de enfrente, una joven con el pelo largo y rubio acaba de levantarla, estira los brazos mientras en mi mente la saludo: buenos días, es martes, 3 de agosto y son más de las 10:30 de la mañana. Vaya sueñecito. De pronto. Sorpresas te da la vida. Se quita la camiseta y puedo ver su anatomía al natural, bien proporcionada. Ya me entienden. Que está buenorra, vamos. Ella, claro está, no es consciente de mi voyeuriana presencia. Se estira delante del espejo mientras hace esas tonterías que todos hacemos delante del espejo. Se mira de un lado, del otro lado, da saltitos con el sujetador dando vueltas en la mano. Se me escapa una risa. Mi compañero de oficina me dice algo como ¿me has dicho algo? Y le contesto: ¿Quieres ver una chica con las tetas al aire dando saltos delante de un espejo? ...

domingo, 1 de agosto de 2010

Nocturno hindú - Antonio Tabucchi

Tabucchi coloca al protagonista de la novela en las oscuras y perfumadas noches indias de Bombay, Madrás o Goa, persiguiendo los pasos de un amigo desaparecido. Una búsqueda que es en realidad una fuga íntima. Una fuga sin rumbo, dibujada sobre el mapa arrugado de la memoria de los exóticos lugares que el desaparecido visitó.

Calurosos hoteles de paredes desconchadas, largos y lentos viajes en autobús, paseos nocturnos de indecisos pasos por intrincadas calles que provocarán que el protagonista conozca fugazmente a diversos estereotipos indios. Todo envuelto dentro de un incoherente y enredado itinerario que sólo tomará sentido en el último capítulo del libro.