viernes, 26 de febrero de 2010

Cuando éramos honrados mercenarios

Ayer terminé de leerme el libro recopilación de artículos de Pérez-Reverte: Cuando éramos honrados mercenarios.

Creo haberme leído todos los artículos publicados por el maestro. Le sigo desde el principio, hace ya casi veinte años, hasta el último, publicado el domingo pasado en el Semanal XL. Me gusta ese punto de vista sincero y canalla que tiene Arturo. Me gusta el compadreo que se lleva con Marías, que me descubra nuevos escritores, que cuente historias de las suyas, del mar, de su pasado como corresponsal de guerra. También me gusta cuando escribe de lugares por descubrir, de mujeres a las que mirar el escote o de películas olvidadas. Pero sobre todo me gusta cuando después de despotricar sobre todo lo que se menea, de cagarse en los muertos más frescos de esta sociedad egoísta, injusta y politicamente correcta, cuando después de toda esa amargura, entre sus palabras deja colar con la puerta entreabierta una última esperanza con sabor dulce.

En definitiva. Me gusta leer al cabrón del Pérez-Reverte.

jueves, 25 de febrero de 2010

My blueberry Cat

Hace tiempo que no coloco un post musical por aquí. Así que ya toca. Hoy voy a colocar una canción que hacía tiempo que conocía, pero que rescaté para mi ipod cuando hace cosa así de un mes vi la película My Blueberry Nights.

La peli está bien, no mucho más. Entretenida, con buenos diálogos, muy buena fotografía y sobretodo una grandísima banda sonora. De todos los temas me quedo con The Greatest de Cat Power. Una canción delicada, dulce, sensual y con mucho mucho sentimiento..



Si no han oído ya el disco. Ya saben.

martes, 23 de febrero de 2010

Amstel

Sabemos lo que nos gusta:

sábado, 20 de febrero de 2010

La carretera - Cormac McCarthy

La última novela que he leído es La Carretera de Cormac McCarthy. Ganadora del Pulitzer de ficción 2007. Una novela sobrecogedora, escrita a párrafos cortos, en un solo capítulo y con un texto lleno de espacios en blanco, como silencios necesarios para intentar situarse en el desolado y devastado mapa alrededor de una carretera que sirve de rumbo para un padre y su hijo en busca del sur, del mar, de su destino, de una esperanza en un mundo sin futuro.

Este éxodo a través de un mundo arrasado, post-apocalíptico, en el que ser un superviviente significa exactamente eso. Sobrevivir rodeado de peligro constante, en un clima frío, asfixiante, inhóspito y maloliente.

McCarthy ha escrito una de esas novelas que una vez cerrada la última página se mantiene largo tiempo viva en el lector. Escrita de una manera sobria, compacta y directa pero sobre todo manejando magistralmente la tensión en el lector.

Me quito el sombrero ante McCarthy.

viernes, 19 de febrero de 2010

Cuidándome

Pues eso, que acabo de descargar la foto que hice hace unos días y me he llevado una gran alegría recordando el momento y he decidido compartirlo con todos ustedes.

Resultó que me quedé solo en casa, sin señora ni niños, y tenía partidito de fútbol, pero en plan espectador, ya saben, sentadito y viendo a otros correr, y me dije: momento homenaje propio. Y ya ven, con unas cuantas patatas, un par de huevos, unos dientes de ajo y una sartén con aceite encima del fuego consigue uno darse uno de esos placeres que todavía nos reserva la vida.

Y es que de vez en cuando hay que darle gusto al cuerpo, quizás no tanto como lo hago yo, pero ustedes comprendan que yo siempre tuve el apetito muy por encima de mi capacidad de sacrificio. Lo que me ha obligado a sufrir el castigo eterno de poseer un flotador adosado a mi cintura continuamente. En fin...para disfrutar bien de la foto hay que pinchar en ella, que para disfrutar del plato ya estoy yo.



¡Madrecita mía, qué bueno!

jueves, 18 de febrero de 2010

Notición

No hay nada como encontrarse, de vez en cuando, con una noticia agradable en el periódico, a pesar de saber que "ellas", tan escépticas siempre a los grandes descubrimientos de la ciencia, no lo creerán.

Para verlo mejor pinchar la noticia.

miércoles, 17 de febrero de 2010

El buen gobernante

Aunque no me gusta manchar este blog en charcos políticos, hay días en los que durante el descanso del café de la mañana me salpican opiniones como ésta de Angela Becerra en el diario ADN que no puedo evitar compartir, en el más amplio sentido de la palabra.

Léanla y juzguen.


17 de Febrero de 2010 | Ángela Becerra

El buen gobernante

El buen gobernante es aquel que sustituye el apego al poder por la obsesión para resolver.

Gobernar es saber anticiparse a los problemas, y jamás y bajo ningún concepto negarlos, diluirlos o, lo que es más grave, crearlos.

Gobernar no es ir esquivando los problemas heredados con sonrisita de "yo no he sido", sino con la entereza del "eso, yo lo voy a arreglar".

El buen gobernante jamás puede prometer lo que desconoce si se podrá hacer. Tiene que sustituir la efímera grandilocuencia por el sensato realismo, porque quien gobierna jamás puede engañarse ni engañar.

El buen gobernante debe tener una clarísima conciencia de que, para repartir, antes hay que crear; por eso, sus anhelos para construir una sociedad más justa deben ser simétricamente paralelos a los de promover una sociedad más rica.

El buen gobernante no va regalando a otros los recursos de sus ciudadanos, sino que los utiliza como semillas para crecer, resolver y enseñar a pescar en su propio país.

El buen gobernante entiende el inmenso valor de una buena relación con otros líderes y es capaz de despertar en ellos una admiración hacia su persona, no sólo hacia el cargo que ejerce.

El buen gobernante es aquel que sabe rodearse de gente tanto o más potente y sabia que él, porque entiende que su gran fuerza empieza por la de su propio equipo.

El gran gobernante es un gran soñador que siempre está muy despierto.

domingo, 14 de febrero de 2010

Queso

Hace tiempo que no coloco un anuncio de esos que no se ven en nuestros canales y, según mi opinión, merecen la pena ser vistos. Ahí va...



lunes, 8 de febrero de 2010

Amor bajo cero

Se acerca San Valentín, fecha en la que los enamorados intercambian arrullos, besos y suspiros. Noche de camas deshechas, estufas apagadas, luces de velas y ropa interior colgando de las lámparas. Cenas románticas en restaurantes chics, regalos de bombón y cabeceros haciendo pom pom. Ya me entienden.

Hoy, aunque todavía no es San Valentín ni yo ando enamorado de ustedes tengo un regalo que hacerles. Se trata de una simpática historia de amor que el maestro Pérez-Reverte nos dejó escrita hace poco más de un año.

Así que les aconsejo que pierdan, o mejor dicho, ganen cinco minutos de su tiempo y léanse el artículo. Aquí lo llevan:

Amor bajo cero

ARTURO PÉREZ-REVERTE | XLSemanal | 02 de Febrero de 2009

Los llamaremos Paco y Otti. Fueron amigos míos hace mucho tiempo, y no sé qué será hoy de sus vidas. Los recordé anoche, cenando con otros amigos a los que, al hilo de diversas cosas, conté su peripecia. Y mientras lo hacía, caí en la cuenta de que se trata de una de las más pintorescas historias de amor de las que tengo noticia, y que nunca la he contado por escrito. Lo mismo les apetece leerla hoy a ustedes. Ya me dirán.

Primero, situémonos. Marbella, final de los años sesenta. Otti es una guía turística finlandesa, rubia y escultural, que pastorea a un grupo de guiris. La noche antes de regresar a Helsinki, se va de marcha y en una discoteca conoce a Paco. A él también lo pueden imaginar sin esfuerzo: moreno, guapo aunque bajito y un poquillo tripón. Chico de buena familia y sin un duro, que toca la guitarra por los bares. Simpático, golfete y con una cara dura absoluta, muy española. La noche sigue como resulta fácil imaginar: apartamento de Paco, un par de canutos, mucha guitarra y una dura campaña entre sábanas arrugadas, toda la noche dale que te pego, hasta que, ya amaneciendo, ella le da un beso, se despide sonriente y se larga al aeropuerto. Fin del primer acto.

Mientras Otti vuela de regreso a su tierra, Paco se queda en la cama, pensando, y concluye que se ha enamorado como un becerro. Necesita volver a verla, pero hay un par de problemas. Por una parte, ella no tiene previsto volver a Marbella. Por la otra, él no tiene un duro. Y para rematar la cosa, no sabe de la finlandesa sino su nombre y apellido –supongamos que éste es Kaukonen–. Ni una dirección, ni un teléfono. Nada. Pero como digo, está enamorado hasta las trancas. Y tiene veintiocho años. Así que se levanta de la cama, vende su Seat 124, le pega un sablazo a un amigo –doy fe de que era su especialidad–, compra un billete de avión –sólo tiene dinero para pagar el viaje de ida– y coge el primer vuelo a Helsinki, vía Londres. Aterriza allí un viernes a las cinco de la tarde, con su guitarra y ciento quince dólares en el bolsillo. Ya es de noche y hace un frío que pela. En el mismo aeropuerto, cambia dólares por moneda local, se mete en una cabina, coge una guía telefónica y busca el apellido Kaukonen. Hay como veinte, así que lo toma con calma. Ring, ring. «Hola, buenas. Ai am Paco. ¿Otti is dere?» Cuando va por el decimosexto Kaukonen, y a punto ya de acabársele las monedas, localiza a un fulano que conoce a la pava. Es su tío paterno. Otti no tiene teléfono, le dice el otro, o no lo conozco. Tampoco vive en Helsinki, sino en Hyvinkaa, que está a cincuenta kilómetros. Y le da la dirección. Sillanpaa número 34, una casita de madera. No tiene pérdida.

Con sus últimos dólares, Paco compra una botella de vodka, coge un taxi hasta Hyvinkaa, se baja con su guitarra en el 34 de la calle Sillanpaa y llama a la puerta. Nadie. Ya son casi las diez de la noche y el frío parte las piedras. Desesperado, se sube el cuello del chaquetón y se acurruca en el portal, calentándose con el vodka. A las once y cuarto, un coche se detiene ante la casa. Es Otti, y la trae su novio Johan, en cuya casa ha pasado la tarde. Ella se baja del coche, camina unos pasos y se para en seco al ver a Paco sentado en el portal, con media botella de vodka vacía en una mano y la guitarra apoyada en la puerta. Estupefacta. Cuando al fin recobra el habla, exclama: «¡Paco!...». «¿Qué haces aquí?» Y él, temblándole los labios azules de frío, la mira a los ojos y dice: «He venido a casarme contigo». Con dos cojones.

Ahora háganse cargo de la psicología de la pava. Finlandesa, o sea. La tierra de la alegría y los hombres apasionados, risueños y con una gracia contando chistes que te partes. Y en ésas aparece allí, con su guitarra y quemando las naves, un fulano bajito, moreno y simpático que la tuvo en Marbella toda una noche dale que te pego, despierta y gritando: «Oh-yes, oh-yes, oh-yes» mientras él, sudando la gota gorda, decía: «Que sí, mujer. Te oigo, te oigo». Y claro. Pasando mucho del novio, que mira pasmado desde el coche, Otti se tira encima del visitante y se lo come a besos y lametones. Y lo mete adentro. Y los dos tardan cuatro días y varias botellas de Suomuurain y Mesimarja, además de la media de vodka que quedaba, en salir de la cama, con los vecinos asomados a la ventana para averiguar de dónde proceden esos alaridos inhumanos. Y después de muchas peripecias –Paco tocando la guitarra por los restaurantes de allí–, vienen a España, se casan y tienen dos cachorros rubios, Kristina y Alexis, con pinta de vikingos.

Pondremos aquí el colorín colorado. Lo que sigue, quince años de convivencia de Otti y Paco, no termina del todo bien. Los años pasan, cambian a la gente. Nos cambian a todos. Hoy Otti vive otra vez en Finlandia. En cuanto a Paco, hace mucho tiempo que no sé nada de él. Pero hubo un momento en que fueron mis amigos y pude compartir un poco de su historia. La más simpática historia de amor que conocí nunca.

jueves, 4 de febrero de 2010

Cubierto de chocolate

De vez en cuando me gusta aderezar este blog con alguna comida insólita o alimento curioso que hay por esos sitios que Dios dispuso un buen día. Alimentos que, según qué casos, nunca adivinaría qué son.

El de hoy es uno de esos que jamás hubiese adivinado si no es por el cartelito. Júzguenlo ustedes mismos.

lunes, 1 de febrero de 2010

Salinger

El pasado 27 de enero de 2010 falleció a los 91 años JD Salinger, el autor del best seller El guardián entre el centeno. Salinger fue un escritor que no publicó muchos libros, pero tuvo un enorme éxito de ventas desde su primera novela.

Ernest Hemingway lo definió como un escritor de talento infinito. Se ha escrito de él que era innovador, crítico, malhumorado, antipático y mil cosas más, pero yo, por mi parte, sólo puedo decir que hace ya varios años cuando leí El guardián entre el centeno salí presto a buscar su siguiente libro: Nueve historias.